martes, 21 de abril de 2015

Cuando la mujer del siglo tire a los dados por la apuesta de unos seis novios simpáticos


Hilda Mundy: una srta. anafractaria


/ 2 Julio, 2011



selección de textos y nota introductoria de emma villazón



Más de un estudioso de la vanguardia en Latinoamérica ha postulado que la producción de una literatura vanguardista en Bolivia se dio tardíamente, específicamente en la década del 50, bajo el argumento de que los escritores entre 1920 y 1930 estarían atraídos por una mirada telúrica tendiente a lo propio y lo nacional exigida por el acontecimiento de la Guerra del Chaco (1932-1935) que remeció a Bolivia y Paraguay. No obstante, como un lunar jubiloso en ese contexto, la obra de Laura Villanueva (Oruro, 1912; La Paz, 1982), pirotecnia de opúsculos polícromos y antilógicos, pone en entredicho ese supuesto.



Villanueva, a los veintitantos años, oculta detrás de los seudónimos Hilda Mundy, Anna Massina, María D´Aguileff y Madame Adrianne —entre otros que quizás todavía no conozcamos—, prendada del ultraísmo, las greguerías y al calor de las travesuras de ciertas revistas feministas con sede en Oruro y en otros departamentos de Bolivia, escribiría a inicios de los años 30 más de una compilación poética marcada por una desbordante ironía desde la voz de una paseante maravillada por la modernidad, e insólitamente liberada del romanticismo, el machismo y las metáforas. Lo fractal, haciendo referencia a lo múltiple y a lo quebrado, sería una de sus elecciones escriturales; es decir, en sus escritos sería capaz de manejar la mirada de un insecto alado, poseedor de una vista panorámica que aprehende varias realidades superpuestas y se ríe de ellas. He ahí el vigor de su apuesta hasta el día de hoy.



Los textos que se presentan a continuación han sido extraídos de las dos obras publicadas de la autora: Pirotecnia, La Paz, 1936 (con reedición en 2004); y Cosas de fondo. Impresiones de la Guerra del Chaco y otros escritos, La Paz, 1989. En estas líneas, el lector podrá disfrutar de, entre otros casos extraños, cómo esta poesía busca personas ricas en puntos suspensivos, y se pregunta qué ocurriría si a una mujer —tal como a un antibiótico— se la “agitara antes de usar”.



E. Villazón



La inocencia de la mujer 1934…



He recibido una invectiva con la potencia de un 105 al leer las páginas de un libro. Conceptos severísimos.



El autor expone nuestra poca espiritualidad, demostrando que a solas —en esa intimidad dulzona que tenemos entre mujeres— hablamos de cosas que harían ruborizar a un mico, el animal que tácitamente es el más sucio del universo.



Y este comentario no es de la moderna a lo Marlene, la sufragista, la secretaria o la chauffer. No. Sino se refiere a aquellas adorables criaturas que huelen a primera comunión.



Nada podría ser tan falso… Verdad?



Nosotras. Todas y sin excepción, somos tan inconmensurablemente inocentes que ignoramos los caracteres definidos de las cosas feas…



Si alguna vez contemplamos algunos folletos de sugerencias equívocas, es solo por admirar la unidad armónica de la literatura pura…



Si de vez en cuando repetimos algunas narraciones de color pecado, es porque sencillamente nuestra espiritualidad alba no alcanza a comprender la doble intención que encierran ellas.



No habéis visto que hasta en la indumentaria las mujeres son más livianas, casi etéreas y nada materiales?



En el tipo hormiga de 1934 no puede caber ni cuarta dosis de pícaros materialismos.



Y por la aflicción loca que tenemos por los «voileurs» de gasa, las telas blancas y las melenas oxigenadas… Y a propósito habéis visto el último corte de estas? Son un remolino de rulitos en la nuca… demostramos nuestra ansia por parecernos a los angelitos…





De «Selección de las columnas Brandy Cocktail y vitaminas», de Impresiones de la Guerra del Chaco y otros escritos.






LAS SEÑORITAS «ANAFRACTARIAS»




Las señoritas anafractarias y hostiles rodean al foco y al paciente en rigurosos y ordenados vuelos. Parece que les alienta sobremanera la íntima necesidad de vivir so pretexto vital de la naturaleza.



Me imagino que tienen los élitros barbados, y que piensan andróginamente acoplarse en una sola anilla interminable.



Y es que en la noche todo el estrato vívido deforma como el humo de una gran fábrica la apariencia mater de las cosas.



Con unos elementos dispersos, protervos que giran sobre un núcleo raro y pensando en la palabra «réprobo» escribo esto para las «señoritas aladas».



Hablaba ella, con sus bellos y tontos ojos azules sobre el ensueño y nunca había carcomido su espíritu esa celeste purificación. El ensueño no es una mariposa conceptual.



En las oscuridades terriblemente insondables hay que sufrirlo, sentirlo, entrañarlo como una aguda afección nefrítica.



Y en un éxodo gris de palabras decía dios, amor, dolor y a veces hambre. La severidad honrada de las almas antiguas se hubiese rebelado.



Dios, amor, dolor y a veces hambre positivamente existen en la geométrica columna vertebral, en la religiosidad de las vísceras mudas, en los ríos de nuestra médula y tamizando siempre en los subpuentes de una esencia dolorosa como una llaga.



Por eso no más decires vacuos y avalantes. No más hablar de cosas ligeramente conocidas. Se vive. Se participa del mundo. Se camina por la leve hoja de este planeta noble. Luego ha que ser verdadero, amar verdadero, escribir verdadero y morir verdadero.





De la sección «Textos inéditos», de Impresiones de la Guerra del Chaco y otros escritos.







AMIGO DIABLO


Hay una honda vitalidad en tu bello nombre. Eres aquella contrapuesta esencia de las cosas. No imaginé tu nacimiento. No imaginé tu infancia como se imagina el primer rayo de luz en el cosmos. Te vi, sí, ya grande, horrendamente grande como es el tamaño y la oscuridad de la sombra.



Cuernos, sí, Cuernos. El mundo te ha dado el soborno originalísimo de dos cuernos. Pero yo creo que ellos no son insensibles. Deben dolerte, deben dolerte, sencillamente, ocultamente…



Hoy que llego a hablarte, respiro la belleza que te nombra en una eufonía hiperbólica, ese algo oscuro que acusa tu nombre. Porque sí eres un mito: un mito resfriado. Quiero escribirte de un modo simple y la simplicidad siempre me rehúye, porque no es simple el alarido de las medias noches, no es simple el ruido de las fábricas, no es simple el ruido que crece de los trenes como tampoco es simple el genio oscuro de la sangre.



La sangre, amigo diablo, me da mucho miedo.



En los toneles del transmundo subyace mucha, mucha sangre. Si casi el día es un destiladero de rojo liquidito.



De la sección «Textos inéditos», del libro Impresiones de la Guerra del Chaco y otros escritos.



Veintidós



El teléfono





Teléfono: prisión de voces. Pulpa de la vida mecánica. Simbología de la civilización por alambre.



Teléfono: Caja matriz de nuestros guturalismos refinados que se encierran en un diccionario de bolsillo.



Nuestros afanes «standarizados» de hombres urbanos hasta el tuétano, están circunscritos al mandato del campanillazo telefónico, que es una como llamada anunciatriz de una tajada de nuestro destino diario.



Chirrrrrr…………………. Chirrrrrr……………………



¿Una charla guarismal? Una cita irrespetable, y por lo irrespetable, exquisita? ¿Hora para el “cocktail” con sabor de blue y África en el sacudimiento?



Quién sabe… Solo la chirriante campanilla, —apéndice del teléfono— al callarse desgarrará el misterio.



Yo creo que la conservación de la especie se mantiene latente por este pequeño aparato transmisor, que comedidamente se ha hecho puntual del amor. Y si fue triste el albor de la Humanidad, fue por falta de un teléfono automático que facilitase el entendimiento de la pareja «eva-adánica».



Sensible…



La Primera Mujer —que tenía la preeminencia de la Unicidad y el Pecado— caminando cinco millas para invitar al Primer Hombre, a tomar el aperitivo.



Casi impasable…



Hoy… hoy las mujeres del orbe «infantilizándose» frente al teléfono.



Mejor: Preparando la vida del día y el bienestar paradisiaco de la vida del día ante los auriculares de todo el orbe.



Del libro Pirotecnia.






II


Una teoría:



Las emociones están en relatividad con el peso de las personas.



Una mujer maravillosamente pálida, con una afección al corazón y 50 kilos de peso apreciará más la magnificencia de un atardecer, la polifonía de gorjeo de pájaros, antes que otra obesa que solo aprueba el sabor de un lechoncillo…



No es aventurado decir que un hombre inapetente, bilioso, con un riñón flotante, pueda sentir más «suprasensiblemente» la belleza intrínseca de una obra de arte, que otro «porcinamente» gordo y satisfecho…



Las emociones invertebradas… sutiles… etéreas… nacieron de modo especial, como ribetes antojadizos, para algunas dolencias…



La anemia… la clorosis… son enfermedades líricas…



Una palidez, unas ojeras azulinas retratan almas soñadoras… frágiles… «endoseladas» de misterio…



En tanto —que una rubicundez, unos colores de «camuesa», sacan a flote un sentir mediocrizado, una acepción vulgar de la vida, un concepto común…



Del libro Pirotecnia.






IV


La luna sonreía, mostrando a la humanidad el edificante ejemplo de una dentadura imaginaria…



La tierra toda tenía ese desfallecimiento… esa postración antecesora de una «astenia» aguda u muy femenina…



El punto señalado, el sector de felicidad que marca este lirismo, por un designio oculto, residía en un soberbio chalet, todo anguloso y bello como un adolescente «cocainizado»…



Un doncel, un doncel espigado, como brotado del paisaje por un riego súbito, miraba ansiosamente una ventana «engoticada» y con luz.



Sus ojos divisaban con amor creciente a:



Una chiquilla feble y lindísima, cubierta con un largo camisín y un poco de luna…



(Poético, consumadamente poético).



Como un brochazo crudo, el doncel envió un beso inconsútil enredado en las yemas de los dedos, que la enamorada se encargó de recibirlo en la fragancia tentadora de su boca…



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Y pensar que este amor hecho poema, terminó con un esposo neurasténico, una esposa con la curva de la maternidad cansada, una estufa y un gato!



Del libro Pirotecnia.






XVII


Un ocurrente decía que las mujeres metódicas que «cronometrizan» sus amores con el tirano reloj se equiparan a los frascos de farmacia despachados por fórmulas médicas, con la instrucción infaltable de una toma por hora, en la etiqueta al rodete engomado que reza: AGÍTESE ANTES DE USAR.



En sí, pícara e inquietante es la escena de la frase.



Tiene rodeos de una súper-ocurrencia.



La comparación por la vía metódica que exige del reloj: comprensible y pasable.



Pero aquello de «Agítese antes de usar» tiene visos de un conglomerado metafórico de quíntuple sentido.



Si a una frágil criatura se la agitase atrozmente con ambas manos, cual si fuese un corriente botellón hasta el extremo de que el complejo contenido se haga espuma —¿Qué sería de ella?



Semejaría ser víctima de una fuerte epilepsia y en tan lastimoso estado no llegaría ni a un pequeño límite atrayente.



Decidme ahora, si no es sugestiva la escena que se presenta a la frase—.





Del libro Pirotecnia.





Vértebra del Capítulo anterior:





D A D O S

D A D O S

D A D O S



La era maquinista hará del mundo un encantamiento en hierro.



La materia viva será disecada y guardada en los museos, como un resto antropopiteco y primitivo.



El hombre acabará por lubrificarse y medir su capacidad de consumo.



Se sufrirá la fiebre ferruginosa.



Se danzará a la melodía de los bocinazos aletargados y «churriguerescos» de aviones musicales que en carrera de velocidad nos crearán un cielo obscuro.



Pero

LOS DADOS



Siempre incólumes. Siempre en compañía del hombre disparando las flechas de sus números a los cuatro puntos cardinales.



Siempre el ala de la felicidad con quien juegue a los dados con el control de una mujer exquisita y la suavidad de un habano en la boca.



Renovación de los cimientos. Reinado de la Suerte. Cotillón. Cuando la mujer del siglo tire a los dados por la apuesta de unos seis novios simpáticos.

Del libro Pirotecnia.





VEINTICINCO


Para ver la vida risueña, con la coloración más panteística y «bienavenida», nada mejor que acostumbrarse al uso desmedido de puntos suspensivos. En ellos coexisten maravillosamente la gracia de vivir y la sutileza. ¿No conocéis la embriaguez de los puntos suspensivos…? Se cataloga en lo maravilloso. Uno va colocando pródigamente los munditos en la máquina y el artículo y el corazón se van riendo de tanto atisbo picaresco e irónico.



Cuando veo a una fisonomía resabida, disecada en la disconformidad de muchas arrugas digo: «Este hombre tiene pobreza de puntos suspensivos». «Los desconoce». Y efectivamente así es… debe ser…



La extrema familiaridad con estos signos hace llegar al descubrimiento insólito de tener en la voz puntos suspensivos—. En la charla de algunas mujeres inquietantes los he encontrado alevosa e intencionalmente, cuando tratan de «mundanalidades» y prolongan la palabra final con un cabrilleo de ojos expresivos… deleitosamente expresivos…



Siempre, siempre huyamos de la prosa vieja y severa, de la seriedad, del sabihondismo, a trote sobre puntos suspensivos, que en carrera cinematográfica se ven así:



«………………………………………………….»





Del libro Pirotecnia.
Tags: Hilda Mundy



Tomado dehttp://intemperie.cl/soroche/?p=175

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