martes, 14 de abril de 2015

Cómo dejar intactos los cimientos de mi errancia

TOM MARVER




A LO LARGO de mi vida
construí muchas casas.
De todas me fui, las dejé vacías,
plenas. Entre una y otra fui encontrando
una soledad donde mi alma aprendió
que lo que amamos no tiene protección.

Ninguna de ellas me pertenece.
Para mí, las paredes, los cuartos de baño,
las piezas, responden sólo –ahora lo veo-
a la tenue organización de la nada.
¿Cómo dejar intactos los cimientos
de mi errancia,
si todas las puertas están abiertas
para que llegue a cualquier punto
de su encierro?
Pero si no hay a dónde ir
en rigor, no podemos ser prisioneros.

Bajo cada techo
pienso con tranquilidad y malicia:
Estos refugios que amparan mi desvarío
no saben hasta dónde podría llegar.

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