martes, 6 de enero de 2015

Mis hermanas mayores se trenzan en batallas

:: POESÍA ::


Poesía paraguaya reciente III



30-12-2014 | 


Sigue la serie de poetas paraguayos que nos trae Cristino Bogado desde Asunción. Carla Fabri es la tercera en llegar, con su libro Sándalo blanco.


Selección de Cristino Bogado (@bogacris)



Carla Fabri



Carla Fabri es actriz, periodista, dirige desde hace una década un programa de radio semanal, y con Sándalo Rojo (1993 Primer Premio Concurso Voces Nuevas), dejó de ser inédita e incluso ganó un premio. Participó de un taller en Asunción con Ester de Izaguirre. Yiyi jambo cartonera editó una versión salvaje del mismo libro con el nombre de Sandalo pytä. Su última publicación, de 2011, es Sándalo blanco, en edición bilingüe español-bengalí, del que aquí leeremos algunos poemas. También colaboró con poemas en la antología de poesía erótica femenina parawayensis Ut Eros, Jakembo Editores, de 2009.


Madame Blavasky ava guaraní que con su campana tibetana sostiene cual axis mundo (invisible pero sonoro) la burbuja de nada para que las gotas de rocío, pe amanguy ju ymaiteguare, escriban para nadie–como dedos traviesos de niño sobre el vidrio- ese poema –clorofila que hace crecer la alegría.




El gato acurrucado
en el huerto
mira el tomate crecer

La palmera aquieta
su sombra
El viento ausencia sopla


Hablo desde una claridad
sin prisa

Desde una alta claridad
que envuelve la quietud
distantes vecindades

Mis hermanas mayores
se trenzan en batallas
de trenzas que los lazos
sueltan hasta el piso

Y tu madre enjuagaba
con azul la ropa en el laberinto
de amapolas arrulladas por un
coro de cigarras

Bebo el agua de la infancia
¡Cántaro!

Como si de la hierba
surgiera una voz propia invadiendo
el aire
Ese sonido interior del verde
brotaba incontenible
rompiendo las murallas
inundando descaradamente el
espacio
para copular
con la luz
y con el sol
Sobre las brillantes hojas
Sobre las finales hojas
de los árboles
Allá muy alto
donde solo
el misterio las alcanza
para transformarse en una danza
que acaricia
la tibieza de la tarde
Por eso los pájaros
detuvieron sus miradas
en mi pecho
o acaso lo gritaron
y nadie oyó
porque los oídos estaban en sus
trampas

Los poros, eso sí,
Algunos poros
Se estremecieron
Hasta la turbulencia
de un placer amparado
por el sueño de las aguas
que van buscando el mar
Igual, eran las tres de la tarde.
Allá afuera, en la ciudad
nada había sucedido.



Tomado del blog de Eterna Cadencia

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