miércoles, 26 de noviembre de 2014

Ir de la mano con el otro: Bellesi por Masin

Dice en feis Claudia Masin:
Comparto con todos/as el prólogo que escribí para Crucero ecuatorial de Diana Bellessi. 


La intensidad de aquel fuego
Acerca de Crucero ecuatorial, de Diana Bellessi


Algo de aquel fuego quema todavía, escribe Diana Bellessi en el primer verso del primer poema de Crucero ecuatorial. Pero ¿cómo de intenso tuvo que haber sido aquel fuego -encendido hace tantos años- para mantenerse vivo y seguir irradiando semejante calor a su alrededor?
Salí hacia Chile con una mochila, un sueldo de maestra, y algunas intenciones no muy definidas. Cuando llegué decidí dar una vuelta por todo el continente y empecé a vagabundear por distintos países, recuerda Diana Bellessi en una entrevista. Ella tenía 24 años y el vagabundeo terminaría durando desde 1969 hasta 1975. Este libro cuenta la historia de ese recorrido, a la manera en que cuenta una historia la poesía, es decir, a partir de fragmentos, de pequeñas escenas, de frases, de imágenes que terminan enlazándose unas con otras hasta formar el relato al que siempre -pero siempre- le falta una parte.
Se trata de un texto en el que tienen fuerte presencia los retazos del discurso de aquellos que han formado parte, por un rato, de la travesía, y dejan su marca en el poema (‘Yo no me saco mi manta’/ No te la sacás Antonia,/ me repetía, entre los barquinazos del camión/ las latas de gasolina, las cabras,/ no te la sacás/ no te vas de tu tierra, ni de tu raza.), así como los giros lingüísticos propios del habla popular, las expresiones coloquiales, y un tono narrativo que a su vez convive con una impronta lírica apenas velada.
Si bien los poemas de Crucero ecuatorial son, de alguna manera, una rara avis dentro de la obra de Bellessi -un libro de viajes en el marco de una obra que ha tendido más y más a lo largo de los años a una exploración del mundo próximo, de lo íntimo, de aquello que puede ser encontrado en el lugar en que se vive, o a pocos pasos de él- en este libro ya aparecen muchas de las marcas de la mirada bellessiana del mundo. Entre ellas, la comprensión de la constante, indisoluble y profundísima conexión entre todo lo que existe.
Este libro no es una crónica de viajes, sino que fue escrito años después de la aventura transamericana. Quizás porque Diana, como todo buen viajero, nunca termina de irse de ningún lugar; aunque vuelva al camino, eso que ha vivido ha transformado su voz y su modo de estar en el mundo de tal manera que ya no tiene sentido la distinción entre aquí y allá, entre el yo y el otro. Su poesía nos lo revela: de la mano va con las tres mujeres de su poema (la muchacha rubia, pálida, del ataúd de vidrio, la bella durmiente ecuatoriana; la mulata colombiana de la que nunca supo el nombre; la lavandera mestiza que en México era golpeada públicamente por su marido.) A las tres las tuve en mi memoria/ les dí la mano,/ para atravesar juntas,/ una vasta, interminable galería/ de retratos. De la mano va con la multitud de compañeras y compañeros que el camino le fue dando en el larguísimo viaje: con los siete pescadores del puerto salobre de Antofagasta que con dinamita sacaban la carnada, con la Antonia envuelta en su manta guajira negra, con el guitarrero de las Galápagos, ciego y contador de historias, con los jóvenes ladrones que robaban para chuparse y bailar en los carnavales porque el carnaval curaba/ de necesidad, de amores, de deseo, ¿pero/ cómo gozarlo sin un peso.?
¿De qué se trata, en la poesía, ese ir “de la mano con” el otro, con lo otro? Si tuviéramos que descifrarlo a partir de la obra de Bellessi, podría decirse que está vinculado con el hecho de acercarse con humildad y delicadeza al mundo ajeno y permitir que impregne el nuestro, hasta que ya no sea posible discernir quién es quién, de quién es la voz que habla, de quién la historia que se narra. Hasta que se revele como una ilusión –y explote, y se desintegre- la vieja y devastadora idea de que pertenecemos, unos y otros, a universos separados, macizos e impenetrables. La poesía de Bellessi restituye en acto ese estado de fusión constitutivo, en el que nada ni nadie puede existir solo. Y lo hace a través de un decir modesto, sencillo, que rehúye lo altisonante. (Diana habla, en el ensayo La pequeña voz del mundo, de desatarse de lo aprendido que debe previamente aprenderse, y disminuir así los ecos de las voces altas para dejar oír la pequeña voz del mundo.)
La poesía de Bellessi ha sido -a mi juicio- en todos estos años, un largo camino hacia la sencillez, hacia el despojamiento que ya estaban presentes en este, uno de sus primeros libros. Pero se sabe que la sencillez no es algo fácil de alcanzar: todas las extraordinarias dotes técnicas y musicales que Diana posee han estado, según creo, dirigidas desde el comienzo a encontrar ese decir límpido y cristalino, esa aproximación amorosa y compasiva a las cosas, que sea capaz de tocar a los otros y al mundo y dejar en ellos la reverberación de ese contacto. Escribe Diana en el ensayo antes citado: ¿Y qué detesto más? Que me digan en algún momento que estoy rescatando algo, giros del habla de la gente con la que me crié, o cantos de culturas condenadas, las de los pueblos indígenas, por ejemplo. Como si me picara una víbora salto y digo: ellos me rescatan a mí. En realidad me han construido, no habría, si no, identificación emocional posible, y la lengua del poema sería lengua muerta.
Y en consonancia con esta idea que Diana iba a formalizar muchos años después de haber escrito este libro, en Crucero ecuatorial las otras y los otros cuyas voces resuenan en los poemas no son extraños al yo poético, no son observados con condescendencia (ese vicio tantas veces confundido con la compasión) sino visitados desde la empatía, como se visita a un viejo amigo cuya compañía nos es entrañable y cuyas historias nos conmueven.
La Latinoamérica que Bellessi recorre está atravesada por el despertar de las luchas de liberación que comenzaban a desatarse en el continente y que iban a ser ahogadas por la emergencia de las muchas y feroces dictaduras militares que vendrían, aún más sangrientas que las que históricamente habían refrenado hasta entonces cualquier movimiento de emancipación. Pero aun es el momento de la revuelta y de la fiesta: Corría el año 1970/ y los jóvenes se preparaban/ para el amor y la guerra. Los grandes temas de Crucero ecuatorial (el viaje, la revolución, el deseo, la poesía, el amor) son todos ellos rotundos gestos de curiosidad y desobediencia frente a lo instituido: a la idea del otro entendido como enemigo, competidor o presa, a la idea de lo útil y lo productivo como lo deseable, o del mundo existente como el mejor posible. La reedición actual del libro, si bien no es la primera, tiene una particularidad insoslayable: se produce en una época en la que Latinoamérica ha recuperado algo de aquel espíritu de Patria Grande, en un tiempo extrañamente afín –tantos años después de la primera edición- a aquel espíritu. Un momento histórico en que, por fin, en nuestra Argentina no tan blanca (como desearía) se ha comenzado a manifestar el orgullo de muchos/as de pertenecer a un continente mestizo y la reivindicación de una historia común, llena de fracasos pero también de victorias que a veces podrían parecer pequeñas, pero solo si ignoramos la magnitud de aquellas derrotas.
En otras palabras, la Latinoamérica mestiza, bella, injusta, excesiva, solidaria, oprimida, rebelde, esperanzada, que Diana recorrió hace varias décadas con el corazón desbocado, de deseo está tan exuberantemente viva en este libro como lo sigue estando hoy. Es ella -esta tierra y esta gente de la que formamos parte, tantas veces sometida pero que siempre logra ponerse de pie, rebelarse, recuperar su dignidad- la que, como señala Diana, nos rescata una y otra vez del cinismo y la desesperación. Como la poesía misma, nos muestra que cantar es la mejor manera de conjurar el dolor y de celebrar la belleza, y que en definitiva, alguien siempre va a escuchar ese canto que es de júbilo y de queja al mismo tiempo, y lo va a acompañar. Alguien como Diana Bellessi, que sabe bien que cantar es igual de importante, a veces, que hacer silencio y –simplemente- escuchar.


Claudia Masin


“Crucero ecuatorial”, de Diana Bellessi; un libro emblemático vuelve de la mano de Viajero Insomne. Se presentará junto a “Corazón sagrado”, de Enrique Solinas y a “Fiel a una sombra” de Osvaldo Bossi.
25 de noviembre en "Casa de la Lectura". No te pierdas este lanzamiento. Pronto, más información.

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