jueves, 17 de julio de 2014

Desesperación con final feliz

Anoche llegué de la clínica y no había nadie en mi casa. Nadie es: ni mijita. ni mijito, ni el perro ni ninguno de los cuatro gatos. No sé si alguien puede imaginarse mi estado de pánico, mi crisis de terror. Jamás escribiré todas las cosas feísimas que pasaron por mi mente. A una la encontré con un llamado telefónico, el otro lloriqueó en la puerta y nunca fui tan feliz de ver a ese puto peludo, otro recordé que me había avisado que salía en mièrcoles (tardó mi cabeza en reaccionar) y, medio dormida ya y resignada, fui escuchando patas felinas saltar sobre el techito de chapa del fondo. Dos pares de patas. Al macho grande ya casi no lo espero nunca y a la hembra grande la había dejado yo misma encerrada en el cuarto de Magda.

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