"Los camelleros se comían el sol y se bebían la arena por hallarla. El rey mandó a sus orfebres que tallaran en oro puro las ajorcas más hermosas del mundo que él mis mo quería ceñir a los tobillos de pájaro de la muchacha-espejismo. Era inencontrable. Aparecía y desparecía alguna que otra vez en la tiniebla blanca del mediodía, siempre en un punto distinto del cuadrante."
Augusto Roa Bastos. Vigilia del almirante.
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