jueves, 5 de abril de 2012

Al que sin embargo el mar continuamente se resiste


"Había querido hablar del mar, y podía haber dicho algo como esto: «Fue el
mar, más que ninguna otra cosa, quien hizo que empezara a pensar en secreto
acerca del amor. Un amor, ya sabes, por el que valga la pena morir, o un amor
que te consuma. El mar, para un hombre encerrado todo el tiempo en un barco
de acero, es algo muy parecido a una mujer. Le son familiares sus tormentas y
sus calmas, o sus caprichos, o la belleza de su seno al reflejar el sol poniente. Y
más aún: estás en un barco que monta el mar y lo cabalga, y al que sin embargo
el mar constantemente se resiste. Es el viejo proverbio acerca de las millas y
millas de agua maravillosa donde, sin embargo, no puedes apagar tu sed. La
naturaleza rodea al marino con todos estos elementos, tan parecidos a una
mujer, de los que pese a todo está tan apartado como pueda estarlo un hombre
del cuerpo cálido y vivo de una hembra. Y ahí es donde el problema empieza,
ahí mismo, estoy seguro.»
Pero alcanzó sólo a recitar un par de líneas de la canción: «Ahora mi hogar
es el mar: así lo he decidido. Pero también debo dejar caer una lágrima...»
—Curioso, ¿verdad? Es mi canción preferida.
—Es una canción maravillosa —dijo ella. Pero él sabía que era sólo un
intento de dejar a salvo su orgullo. Aunque ella pretendía conocer bien la
canción, era obvio que la acababa de oír por primera vez entonces."


Yukio Mishima. El marino que perdió la gracia del mar

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