domingo, 18 de marzo de 2012

Difícil pero lo mejor


Qué difícil es hacer teatro


Mariano Saba



Y sin embargo creo que hay algo que abona el mérito de la cuantiosa producción cooperativa de esta tierra, aún por razones que distan bastante del difundido y banal elogio de ser la ciudad con más espectáculos. Dejo la cucarda para que se la cuelguen los gestores adictos, a mí me interesa otra cosa… A veces me pregunto en serio: ¿cómo puede ser que mantenga su atractivo un oficio tan duro, que plantea dificultades de todo tipo, que en su gran mayoría no es rentable, que depende del azar, que nos obliga a exponernos más allá de la tolerancia sensible que exige hoy lo cotidiano, que va siempre rengueando como un cuzquito huérfano atrás del relato, atrás de la forma, atrás de la actuación, atrás de los materiales, atrás de la sala, atrás del público, atrás de las horas de descanso, atrás de los cajones de cerveza, atrás de los minutos ganados y de los perdidos, y sobre todo atrás de los perdidos…? Hoy volvimos a hacer “La patria fría” y me di cuenta de que si alguien me pregunta lo anterior, no sé qué responderle. Porque -y vale para muchas obras y grupos- contestarle que acá se hace así, con viento en contra y todo, y que se va a seguir haciendo porque la gente no es de achicarse, porque es de poner mucho, es poco. Decirle que se hace para zurcir un par de preguntas en el cuello duro de la seguridad, es solemne. Decir que se hace para divertir y socializar, es corto. Decir que se hace para victimizarse, es tonto. Decir que no se sabe por qué se hace, es peligroso. Yo diría, más bien, para salir del paso, que no es cosa de andar diciendo. Diría que se venga hora y media antes del espectáculo y vea el esfuerzo alegre con que el teatro se prepara, el cariño respetuoso con que se despierta la historieta a contar, el croar colectivo de los textos, la fuerza bruta con que se despierta ese mundito, con que se arma el armazón, el armatoste, y después que se quede a ver una función y si tiene oídos para oír, que oiga. No debería tener que pedir nada más: ni cantidad de críticas, ni cantidad de gente, ni ninguna cantidad. Si no sale convencido de que todo lo que pasa en esa intimidad grupal ya es una buena razón para hacer teatro, entonces está galvanizado de teoría, boleado o perdió el poncho y anda muerto de frío.


Tomado de su muro de Facebook

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