De "Diez razones para la tristeza del pensamiento", de George Steiner
Aun en momentos de extrema intimidad –quizá más agudamente en esos momentos– el amante es incapaz de abrazar los pensamientos de la persona amada. «¿En qué estás pensando, en qué estoy pensando yo cuando hacemos el amor?» Esta exclusión hace plausiblemente trivial la tan cacareada fusión del orgasmo y su retórica de unísono. Como Goethe gustaba de señalar, innumerables hombres y mujeres han estrechado en los brazos del pensamiento a amantes recordados, anhelados y fantaseados, que no eran aquellos con quienes estaban haciendo el amor. Esta interposición cognitiva, esta reserva mental, involuntaria o deliberada, desdibujada o gráfica, puede sonar como un eco ridículo por debajo de los gritos y susurros de éxtasis. Nunca conoceremos la profunda desatención, ausencia, repulsión o imaginería alternativa que deconstruyen el texto manifiesto de lo erótico. Los seres humanos más cercanos y sinceros siguen siendo unos extraños, más o menos parciales, más o menos desconocidos los unos por los otros. El acto del amor es también el de un actor. La ambigüedad es inherente a la palabra.
Tomado de http://dannerglez.blogspot.com/2010/12/de-diez-razones-para-la-tristeza-del.html
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