domingo, 3 de octubre de 2010

Que elijan

Que los hijos e hija elijan sin estar una diciendo hacé esto o hacé lo otro, verlos decidir, equivocarse o acertar, sufrir o festejar, volver sobre sus pasos o avanzar es lo más parecido que conozco al dolor y la felicidad del parto: ese partirse, ese desgarrarse con alegría, ese saber que lo que duele es bueno, que se está naciendo, que se está dejando nacer, que se está dando a luz.
Y es al pedo creer que una sabe cómo evitar alguna herida, ni siquiera es recomendable intentarlo, que es mejor la herida por camino elegido por una misma que la falta de herida por hacerle caso a mamita. Sea lo que sea siempre es mejor decidir por uno mismo: quedarse dormido en el sillón con la boca abierta y la tele prendida, salir con el vaguito de la esquina, irse a jugar a la pelota venir molido y salir a bailar, ir al taller de guitarra, al de luthier y al de clow todo junto, ponerse el arito en la escuela para que te lo saque el preceptor, pintarse la uñas de negro, salir con el pelo mojado, llevar a los amigos borrachos en mi auto hasta sus casas, avisar que llegan a las seis y caer a las ocho, ver pelis toda la noche, comer huevos fritos toda la semana, pintar las paredes del cuarto con los nombres de sus bandas o dibujarles a no sé quièn de Dragon Ball Zeta, no presentarme a las novias o llevarme al asado de la elegida con suegros y todo, pelearse con el hermano, no cortar el pasto hasta que está tan alto que se quema la máquina, dejar la pila de platos sucios hasta la noche, besar a los gatos mientras se tapan las orejas con el mp3.
¿A quièn le puede hacer mal? Mis viejos me prohibían todas estas cosas, me decían que "Me entraba por una oreja y me salía por la otra lo que ellos me decían" cuando yo no elegía la opción correcta. Si sólo se puede elegir una cosa ¿eso es elegir?

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