"SU BELLEZA CONTARÉ"*
–La del Irupé, má, la del Irupé.
–Pero, Paulita... ya te la conté mil veces.
–¿Y se gastó?
–No, pero...
–Dale, contámela otra vez.
–¿La de la enamorada de la luna o la de Morotí y Pitá?
–Las dos, mami, las dos.
–¿Cuál te gusta más?
–Las dos. Me gusta que haya dos diferentes. ¿Cuál es la verdadera, ma?
–No sé. ¿Verdadera cómo?
–Cuál pasó de verdad.
–No sé. Unos cuentan una y otros cuentan otra.
–Y nosotras contamos las dos. Las dos son de amor y las dos son tristes pero en la de Morotí, ella es mala.
–No es mala, es un poco vanidosa.
–¿Ser vanidosa es ser mala, ma?
–No, es querer que todos te quieran y todos te miren y todos crean que sos la mejor y la más linda porque en realidad tenés miedo de que nadie te quiera y de que nadie te mire y de que nadie vea qué linda que sos.
–Ma, ¿yo soy vanidosa?
–No, porque vos estás segura de que te queremos.
–Ah... Entonces, ¿nunca voy a poder ser un irupé?
–No sé, creo que no.
–Ma, ¿por qué no me pusiste Irupé de nombre?
–Porque no me animé, hijita, es un nombre tan raro...
–Pero es tan lindo... Debe ser tan lindo ser Irupé.
–Pero, nena, si nunca viste uno.
–Porque ustedes nunca me llevaron a ese río. Pero yo vi fotos y dibujos y me lo imagino. Mirá, mirá qué lindo cómo flota. Sí que me lo imagino, aunque esta foto es un poco chiquita, yo siento qué lindo debe ser flotar así con la panza para arriba...
–Mirar el cielo enamorada de la luna.
–Y a los pájaros y a los sapitos y a las víboras les debe encantar subirse para ir con ella por el río y todos flotan livianitos y blanditos y cerrando los ojos porque el sol está alto y se ve igual a través de los párpados.
–Y ella de quien está enamorada es de la luna y por agarrarla trepó a los árboles y a las montañas y al final la encontró en el reflejo del río.
–Menos mal que Tupá fue bueno y la transformó en irupé.
–Menos mal.
–Seguro que el agua está calentita y le acaricia la espalda y los costados y en los oídos le hace un ruidito que es como música y cambia todo el tiempo y la lleva dormida pero despierta porque no está muerta ¿no es cierto, ma? ¿no es cierto que está viva?
–Claro, la que estaba muerta era Ofelia.
–Ah, cierto, pero esa historia sí que es fea porque el príncipe no la quería y ella no quería vivir. En cambio a Irupé el río la lleva a pasear y a descubrir cosas y todos los
que se acercan al agua las ven porque son hermosas y están todas juntas, las irupés, juntas y formando una alfombra de verdes y blanco y rojo.
–Siempre te olvidás de Pitá.
–Ay, pobre Pitá, es que era muy bobo. ¿Cómo se le ocurre tirarse así al río para buscar el brazalete de Morotí?
–Es que estaba muy enamorado y hacía cualquier cosa que le pidiera Morotí.
–Yo nunca me voy a enamorar de un tonto que hace cualquier cosa.
–Hija, a veces es muy agradable que te hagan un capricho.
–Pero, ma, ¿quién te entiende? ¿No me decís siempre a mí que no sea caprichosa?
–Bueno, eso te lo digo cuando empezás con el "me comprás, me comprás", pero a veces es agradable que un hombre te dé una prueba de su amor tirándose al río.
–Yo pediría otras cosas.
–¿Qué cosas pedirías?
–Mmm, ahora no se me ocurre nada pero ya lo voy a pensar. Igual la culpa de que Pitá no saliera del río la tuvo la hechicera de las Aguas que estaba aburrida de estar criando musgo en el fondo y quería que Pitá se quedara con ella para que le buscara cosas que ella tiraba a la orilla.
–Me parece que esa parte la inventaste vos.
–Mentira, vos me contaste de la hechicera de la Aguas.
–Sí, hay versiones que hablan de la hechicera de las Aguas y de un hechicero guaraní que explicó lo que pasó cuando Pitá no volvía, pero eso de que la hechicera estaba aburrida y tapada de musgo...
–Yo me la imagino así.
–Ah.
–También me imagino que Morotí peleó con la hechicera por Pitá.
–Sí, la leyenda dice que el amor de Morotí arrepentida liberó a Pitá de las aguas y los unió a los dos en la flor del irupé.
–La cosa es cómo lo liberó, ¿con el amor? ¿cómo se libera con el amor? Seguro que la agarró a la hechicera esa de los pelos y la revolcó por todo el piso del fondo del río que debe estar lleno de barro y le dijo que Pitá la quería a ella y que no se metiera donde nadie la llamaba y que no le diera gualichos ni le dijera palabras mágicas a su novio para que se olvidara de ella.
–Puede ser.
–Seguro, ma. Seguro que Pitá se estaba ahogando y estaba medio embobado con las dos peleándose y no sabía qué hacer y Morotí sí sabía qué hacer y le dijo a la bruja "quién te dio vela en este entierro" como vos me decís cuando querés que no me meta.
–Y cuando la hechicera estuvo derrotada Morotí y Pitá subieron abrazados a la superficie y respiraron el aire fresco del amanecer y se sonrieron uno al otro porque estaban a salvo y enamorados.
–Entonces la gente de su tribu vio por primera vez un irupé, la flor tenía pétalos blancos por Morotí y rojos por Pitá. Eso les explicó el hechicero, pero a los enamorados ¿también les explicó?
–¿Quién les explicó qué?
–Lo que les había pasado. ¿Qué pensaron ellos cuando vieron que no tenían más el cuerpo de hombre y de mujer? ¿Les gustó ser una flor los dos juntos?
–Vos dijiste hace un rato que debe ser lindo ser irupé, ¿no?
–Sí, pero también debe ser lindo ser hombre y ser mujer, ¿no, ma? Porque los brazos y las piernas sirven para abrazarse y las plantas no tienen y tampoco tienen bocas para besarse y decirse te amo.
–Entonces te gusta más ser mujer que ser Irupé.
–No sé. ¿A vos?
–A mí me gusta ser mujer y tener brazos y piernas y boca y flotar en el agua cuando nado y sentirme un poco planta cuando toco la tierra del jardín y de mis macetas y planto mis gajitos y los veo brotar y florecer.
–Por eso tu nombre es tan lindo, ma. Anahí también se transformó en flor.
–¿Es un reproche?
–¿Qué es un reproche?
–Me estás echando en cara que yo me llame Anahí y no te haya puesto Irupé.
–No sé qué es echar en cara.
–Que te parece mal, egoísta de mi parte que me quedara con mi nombre de flor y no te diera nombre de flor a vos.
–No, ma, mi nombre también me gusta y el árbol en que se transformó Anahí es bien feo, tiene lindo color y la historia me encanta porque ella es valiente y canta cuando la queman pero ese ceibo no es nada bonito.
–Y bueno, hija, nadie es perfecto.
–Ma...
–Qué.
–¿Inventamos una leyenda para la vaquita de San Antonio? El nombre es horrible pero el cuerpito es tan lindo y debe ser fabuloso que todos quieran que les camines por la mano para darles buena suerte y todos sean felices al verte y pongan sus deditos de una mano a la otra para que vos pases y repartas buena suerte y tener sobre tu espaldita a lunares todas esas miradas de ilusiones y esperanzas y sueños felices y promesas. Después, cuando te cansás de las caminatas por los deditos, abrís las alas chiquitas que antes no se veían y puf, te volás. Y todos te miran irte y dicen: aaaa y esperan que vuelvas pronto. Dale ¿inventamos una leyenda? ¿Podemos nosotras inventar una?
–Podemos.
–Dale. Y después de que la inventemos se la contamos a todos y que todos se la cuenten a sus hijas y a sus hijos y así para siempre. ¿Dale,ma?
–Dale, hi.
* Verso de la versión en octosílabos de Franklin Rúveda de la Leyenda del Irupé.
Aquí a los que llamas "vaquita de San Antonio" les decimos "mariquitas". :-)
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