"Enero.
Aquel enero hubo de todo. Y hubo algo casi sólido, como una puerta. El frío
encerraba la ciudad en una cápsula gris. Enero era todos aquellos momentos, y
también era todo un año. Enero dejaba caer los momentos y los congelaba en su
memoria: la mujer que a la luz de una cerilla miraba ansiosamente los nombres
grabados en una puerta oscura, el hombre que garabateó un mensaje y se lo tendió a
su amigo antes de irse juntos por la acera, el hombre que corrió toda una manzana
para alcanzar por fin el autobús. Cualquier acto humano parecía desvelar algo
mágico. Enero era un mes de dos caras, campanilleando como los cascabeles de un
bufón, crujiendo como una capa de nieve, puro como los comienzos y sombrío como
un viejo, misteriosamente familiar y desconocido al mismo tiempo, como una palabra
que uno está a punto de definir, pero no puede.
Un joven llamado Red Malone y un carpintero calvo trabajaban con ella en el
decorado de Llovizna. El señor Donohue estaba muy contento de todo. Dijo que le
había pedido al señor Baltin que fuera a ver el trabajo de Therese. El señor Baltin era
un graduado de una academia rusa y había diseñado unos cuantos decorados para
teatro en Nueva York. Therese nunca había oído hablar de él. Intentó que el señor
Donohue le arreglase una cita con My ron Blanchard o Ivor Harkevy, pero el señor
Donohue no le prometió nada. Therese supuso que le era imposible."
Carol, Patricia Highmith
Una tarde apareció el señor Baltin. Era un hombre alto y encorvad
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