miércoles, 28 de agosto de 2024

Y el vuelo de aguilucho en picada se torna vuelo de carancho

" Ella entraba tarde a sus clases porque venía de instrucción en el club de vuelo. Ponía los pies sobre los bancos y resoplaba, sin dejar de mascar chicle. Él nada le decía. Pero una cosa verde se le movilizaba por dentro. “Niña saque inmediatamente los pies maleducada machona confianzuda” le hubiera querido decir. Pero enseguida la veía absorta en su clase y se olvidaba que hacía un instante había odiado su libertad de pajarito, su libertad de paloma, sus alas extendidas, sus ganas de ser paracaidista y volar por encima de todos los problemas de este mundo. Susana. SUSANA y los dos puntos. Su vacío y el vacío al que saltaba Susana. “Basta abrir los brazos y dejarse llevar”, le confesó ella alguna tarde. Uno vuela sin alas. Uno vuela y cae, cae, cae… y atraviesa una pequeñísima nube algodonosa y nada se aparece para detener ese caer irremisible… hasta que se abre el enorme paraguas y el vuelo de aguilucho en picada se torna vuelo de carancho. Y finalmente todo acaba contra el suelo. Y uno quiere otra vez, otra vez, como los chicos con el tiovivo. Pero hay que contenerse y esperar, con paciencia china, claro, hasta el próximo vuelo de entrenamiento. 

 Susana fue una mujercita biónica mirada con recelo por algunos y algunas de los tantos que padecen de hipertiroidismo espiritual. ¡Gente de bocio invisible pero palpable! Los pueblos de provincia tienen su propia fauna de cotudos. Desde su buche, relleno de imprecaciones y envidia, decretan guerras contra todo lo que no se les parezca, y si alguien entra en el terreno de la “moralidad discutida” que haga sus valijas y se vaya. Con hartazgo se fue Susana. Así se fue él. Así fueron a dar con sus huesos en la benemérita Santa María del Buen Ayre."


Jorge Paolantonio. Año de serpientes.

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