sábado, 27 de julio de 2024

Entender lo real a partir de lo irreal, a olvidarnos del lenguaje de la racionalidad y acceder al conocimiento mediante el encantamiento

 

Dios sí castiga dos veces. “Te di ojos y miraste las tinieblas”, de Irene Solà

por Sep 16, 2023

Irene Solà, Te di ojos y miraste las tinieblas

Traducción de Concha Cardeñoso Saénz de Miera

Barcelona, Anagrama

168 páginas, 17 euros.

Irene Solà (Malla, 1990) es autora de dos novelas, El dics (Los diques, 2018) y la célebre Canto jo i la muntanya baila (Canto yo y la montaña baila, 2019), ambas publicadas por Anagrama y premiadas con el premio Documenta 2017 y el premio Llibres Anagrama de novela, respectivamente. También ha publicado el poemario Bèstia (Bestia, 2012), traducido recientemente al castellano por Unai Velasco y editado por La Bella Varsovia. La traducción de su tercera novela, Et vaig donar ulls i vas mirar les tenebres, llega a librerías como una de las propuestas más anticipadas de la rentrée. Una novela polifónica sobre una estirpe condenada a no encontrar descanso, a ser olvidada pero a recordarse a sí misma. Ambientada en la sierra de las Guilleries, un entorno que dialoga con la anterior novela de Solà, la historia narra la vida de varias generaciones de (fundamentalmente) mujeres que habitan en el Mas Clavell y tratan de sobrevivir a una vida predestinada por el pacto que hizo la matriarca Joana con el diablo para encontrar marido. Una a una, Solà desgrana el relato de las descendientes de Joana, que van al encuentro de su destino, sobrellevando los acontecimientos, a ratos descorazonadores, a ratos agridulces, de su vida en la tierra, para encontrarse con que, al final, no hay salvación. Así, las mujeres de las generaciones anteriores, ya fallecidas, conviven con aquellas que aún viven en el Mas Clavell.

Decía Gabriel García Márquez (1927, Aracataca) que “las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”. Quizá sea por eso que el reino de los personajes de Solà no es terrenal, sino aquel de los fantasmas y la memoria. Sin embargo, tampoco la división entre el mundo terrenal y el del más allá, entre el bien y el mal, entre la razón y la corporalidad, está tan clara. Tal vez, porque en muchos casos esta división no ha sido más que una excusa para controlar aquello que se teme. Usando este punto de partida, Solà discute sobre el sufrimiento en todas sus modalidades, la pérdida y su importancia o falta de ella, la diferencia en las vivencias entre hombres y mujeres, la desesperanza, la rabia, lo atroz y la pasión. La autora indaga en las relaciones entre las propias mujeres de la casa y, mediante la muestra de su descaro, explora la posibilidad del desdén hacia el orden establecido de lo bello y lo moral, de aquello que siempre hemos creído que es bueno, justo y necesario. Sin embargo, el Dios que presenta en la novela es tiránico y abandonador, frente al Otro, el diablo, que, si bien siempre cobrará sus favores, en ocasiones resulta ser la única entidad que responde a los ruegos de las protagonistas, llegando incluso a ser capaz de amar. Esta no es una novela sobre el precio a pagar por sucumbir a la tentación, sino sobre lo poco que importa en realidad hacerlo y la indiferencia absoluta del Universo hacia la trayectoria vital de los humanos. Es una novela sobre la audacia de las mujeres que desafían al miedo y la represión y, si bien han de lidiar con las consecuencias, la fuerza de sus caracteres y su risa, sobretodo su risa, las mantiene a flote, sin atormentarse a sí mismas. Quizá la única excepción a esto sea el personaje de Margarida, hija de Joana, que muestra deseos de tener un destino distinto al de sus familiares y se erige como el ojo atento que critica a las demás, aunque sin lograr frenarlas en su ímpetu.

Destaca la habilidad con la que Solà crea el ambiente, sórdido, tétrico y opresivo que envuelve al lector y se agradece leer de nuevo en ese lenguaje plagado de lirismo que es como un idioma propio. Además, la obra actúa como recopilación de narrativas del folclore catalán sobre hechiceras, demonios, animales y emboscados, tal y como expone la autora. Si bien su lectura no defrauda y sirve como punto de partida para una reflexión sobre el mal, la sordidez y la resistencia, no llega a emocionar con la dulce crueldad con que lo hacía en Canto yo y la montaña baila (2019). No obstante, leer a Solà es aceptar su invitación a entender lo real a partir de lo irreal, a olvidarnos del lenguaje de la racionalidad y acceder al conocimiento mediante el encantamiento.

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