Saben que las mañana siempre fueron una tortura para mí: levantarme con despertador, salir de casa a horario, llegar a alguna parte a las corridas. Ahora incluso tener talleres a las 9 de la mañana me jodía. En cambio a la noche soy una maravilla: hago de todo, estoy tranquila de que todes estamos "adentro" y puedo leer, escribir, mirar series, tejer, etc etc.
Anoche apagué temprano porque me dio sueño ni sé por qué tipo 11.45. Hasta me olvidé de sacar el meo a la vereda porque me apoliyé en el acto. Había quedado con el mecánico que hoy le llevaba el auto con grúa porque hace seis días habíales que estamos tratando de que me lo venga a buscar porque pierde nafta y me da miedo arrancarlo y Julián arregló la manguerita pero volvió a perder y el mismo mecánico me dijo que era peligroso.
La cosa es que hoy me desperté naturalemente a las 7 am. Me levanté sin ninguna fiaca, vi que no había bidnes de meo en mi puerta ni en la de las dos viejas de enfrente así que no supe si ya había pasado o no el del laboratorio, así que saqué mi meo y me volví a la cama (qué placer ver la vereda amanecida y no darle bola). Había decidido no llamar a la grúa sino arrancarlo yo y ver si no explotaba en las seis cuadras que tengo que hacer hasta el taller. Dormí un ratito más porque para la grúa estaba bien de horario pero para mandarme directo era muy temprano. A las ocho todavía me quedaba tiempo de remolonear. 9.30 salté feliz de mí misma y mi decisión.
Abrí el portón estirándome (cosa que no siempre puedo y tengo que matarme dando la vuelta por dentro del auto). El golcito arranca, pobre, divino, después de como un mes parado. Lo saqué qué placer a la calle. Cerré todo y manejé muy muy poderosa hasta la Gaspar Campos. Nahuel me pidió disculpas y se hizo cargo de la máquina. Me fui a comprar queso fresco, almendras, nueces y pasas de uva, pan negro y tres facturas. Volví comiéndolas y chusmeando con la vecina del balanceado.
Desayunar con mates con moringa y un pomelo, sacar el tender, hacer dos macetas, regar el pobre cantero que queda debajo de la trompa del auto, sacarle las flores secas a la begonia que ni veo detrás de la máquina, cambiar de lugar, trepada a una banqueta, el banderín de la ventana de adelante para que quede más arriba, barrer el pasillo, darle la pastillita a la gata. ¿Y qué más? Mi tallerista de las 11 me pasó para el martes. Hoy empiezo a terminar la monografía sobre Pardo Bazán. Sí. Pero ahora tengo sueño.
Me duermo una horita. Me levanto y me hago una pizza. Lavo los platos de anoche. Ahora blogueo. Ya me terminé la pizza. Ahora a monografiar. Son las 14.16.
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