jueves, 2 de febrero de 2023

Tres recomendaciones de Anita

 

Resumen de mis lecturas de este enero laborioso.
* Guarania, Pola Gómez Codina (Añosluz Editora, 2022). Difícil que la poesía contemporánea me despierte esto, pero desde el primer poema que leí me conmovió hasta las lágrimas. Es una búsqueda de mantener la memoria y la lengua viva. Las palabras en guaraní, tan sonoro y difícil de pronunciar para mí, también agitó mi propia memoria y mis deudas y esa misma lengua que no es mía, pero sí de mis ancestras. Es un libro con sonidos propios, con gusto a mate, a yerba y un tono verde que cubre cada verso. “Para un guaraní/ la poesía no existe/ o todo lo que existe/ es poesía.” Polkas, guaranias y chamamés mecen la historia familiar de la autora que, extrañamente, se acerca a la mía.
* Maneras de desaparecer, Isabel Zapata (Editorial Excursiones, 2022). Este tipo de libros me encantan: son pequeños ensayos que hablan sobre literatura y el acto de leer. También habla sobre libros (libros que llevan a leer otros libros, una cinta de moebius en la que viviría siempre). Hay dos apartados que me conmovieron especialmente: en uno habla sobre la lectura en voz alta (“Leer en voz alta es tocar el cuerpo del otro si acercarse a él”, dice la escritora mexicana) y en el otro sobre la pandemia, el encierro y la culpa (same, hermana, he sentido las mismas culpas –o las siento todavía-). Además, la edición es un bombón: viene con unas postales de la artista Valentina Ansaldi para troquelar.
* Parte de la felicidad, Dolores Gil (Vinilo, 2022). Vinilo es una editorial que me gusta mucho y que casi todo lo que publicó (que leí hasta el momento) me gusta. La línea editorial es clara: autobiográfica. Y este pequeño libro explora la pérdida, el dolor y el duelo que atravesó (o atraviesa) la autora a partir de un accidente fatal: la muerte de su hermanita. Y los dolores posteriores encadenados a ese suceso: los silencios, la muerte de la madre, los abortos espontáneos. Un libro fuerte, un tema del que es difícil hablar y leer. Sin embargo, al parecer, la escritura y la maternidad ayudan a atravesar “el denso bosque del duelo”. Al final prevalece la pulsión de vida y la esperanza de que se puede continuar.

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