jueves, 27 de octubre de 2022

«Me robaron la llave, la cacerola y la madre»

 

Por dónde empezar

 CRÓNICAS Y COBERTURASFILBABLOG 

Hoy termina el Filba Internacional 2014. Y desde Santiago de Chile, Patricio Zunini nos envió esta crónica en la que resume uno de los días más intensos del festival en el país trasandino: Hebe Uhart, Vila-Matas, la literatura boliviana y mucho más.

Por Patricio Zunini. Foto: Ana Edwards.

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Por dónde empezar. Podría ser por el consejo liberador que Edmundo Paz Soldán dio en su taller a los jóvenes que están haciendo sus primeros cuentos: “Imiten, copien, roben, el plagio está muy subvalorado”. O quizá por la relación anómala —definida así por él en la entrevista pública que le hizo Rodrigo Pinto— de Enrique Vila-Matas con las citas: “Las citas tienen un interés especial, ya que uno es incapaz de citar algo que no sean sus propias palabras, quienquiera que las haya escrito”. O tal vez por el oído atento de Hebe Uhart: “No me interesa toda la persona —dijo, también en una entrevista pública, pero esta a cargo de Alejandra Costamagna— sino el hecho lingüístico y eso lo llevo a mi terreno”. O por el panel en el que participaron Liliana Colanzi, Antonio Ortuño y Luis López Aliaga en el que discutieron la identidad latinoamericana de la literatura: “El problema que tengo con el indigenismo —dijo Colanzi— es que es una literatura de la clase media para explicar el indio a la clase media, perpetúa el racismo”.

La tercera jornada del Filba Internacional 2014 en Santiago de Chile tuvo varias caras. Todas parecidas y a la vez distintas en su relación con la literatura.

Por dónde empezar.

Podría ser por las palabras que inventa Hebe Uhart, como desfunalización: “Esa la inventé a los 17. Yo vivía en un pueblo suburbano, Moreno, y pensaba que todo era tan conocido, tan chato, tan de cajón, todo tan rutinario. Pensaba en todas esas cosas que piensa un adolescente. Y pensaba que cuando iba al almacén al almacenero lo iba a sacar de contexto: lo iba a desfunalizar. Así inventé la palabra. A esa edad. Después dejé de inventar palabras porque si no estaría esquizofrénica. Bueno, mi tía María tiene un diagnóstico esquizoparanoide, es casi incurable. La escuchaba todo el día, era mi objeto de estudio. Era una fuente estilística, una fuente de curiosidad: mucho más tarde entendí lo que quería decir cuando decía «Me robaron la llave, la cacerola y la madre». Yo decía esto no tenía nada que ver, pero desde la mirada de un loco sí tiene lógica: la posibilidad de entrar, de alimentarse y el sustento. Yo la observaba y la observaba. La locura es un fenómeno raro.”

O por el humor en Vila-Matas: “Jamás puedo tomarme en serio lo que digo. Muchas veces escribo textos que abandono hasta el día y siguiente y cuando los vuelvo a leer no puedo creer la seriedad que tienen. Entonces entra otro. Ese segundo personaje corrige prácticamente toda mi obra, la interviene con un punto de ironía para distanciar todo lo que el primero ha dicho. Me parece muy importante la curiosidad que hace que permanezcas vivo y el humor como punto de relativización de todo.”

O por el dolor que motoriza a Paz Soldán: “Lo fundamental de la ficción es la capacidad para salir del yo. Pero es interesante cuando conecta con algo dentro tuyo. La ficción insiste en los momentos de dolor. Es una especie de conquista pública del pudor”.

O por la bronca de Antonio Ortuño ante el destrato de los mexicanos para con los centroamericanos que cruzan el país camino a Estados Unidos: “Uno como escritor entra haciendo preguntas y cuando termina el libro tiene más preguntas que antes. Creo que la literatura sirve para otra cosa y La fila india, aunque registra la migración, intenta ver qué es lo que pasa en la cabeza de los mexicanos: por qué guardamos esta relación desdeñosa, violenta, cruel con los migrantes, siendo que somos claramente indistinguibles. Los mexicanos hemos reclamado mucho en relación a la experiencia de nuestra migración con los EE.UU. Pero en Texas no hay fosas comunes de mexicanos. En cambio sí hay fosas comunes de migrantes centroamericanos en México.”

Ya no existe el continente de la Macondo de García Márquez, pero tampoco el de la McOndo de Fuguet.

—La generación McOndo —dijo Liliana Colanzi—se inscribe en una época de utopía neoliberal. Había una esperanza o idea de uniformidad, cosmopolitismo, globalización. Pero ese modelo entró en crisis muy pronto, mostró sus fisuras y sus limitaciones muy rápido.

—Nunca me compré la idea de McOndo —dijo Luis López-Aliaga—. Me pareció una idea casi de fin de la historia, a la Fukuyama. Es verdad que hay una mezcla y que no existe una identidad tan marcada. Pero más que una universalización o un cosmopolitismo a la fuerza, hay una vuelta al origen.

Por dónde empezar, porque los temas saltan y se entrecruzan de panel a entrevista, de entrevista a taller. (Como en la literatura: “Toda historia remite a otra historia que a su vez remite a otra historia que a su vez remite a otra historia”, una frase de Bolaño rescatada por Vila-Matas). El origen del que hablaba Luis López Aliaga vuelve a aparecer, pero ahora, desde lo íntimo en la “peronista” Hebe Uhart:

—Mi infancia fue en un pueblo de treinta mil habitantes que ahora tiene quinientos mil. La ventaja para un chico de ocho años era tener su propia autonomía, circular, entrar en muchas casas y, por lo tanto, tener muchas experiencias de casas. Yo tenía mucha libertad para jugar. Ahora a un chico lo mandás a inglés, a flauta dulce. Están demasiado pautados. Yo tenía mucha libertad. Y tenía una dudosa identidad social: mi abuela había llegado como inmigrante en la tercera clase de un barco, mi mamá había hecho su casamiento con champagne Pommery. ¿Éramos pobres o ricos? Un chico no ve el paso de cuarenta años. Pero es a partir de esa irresolución que se hace el escritor. Si hubiera sido resuelta y hubiera tenido tomo muy claro en mi cabeza seguramente no habría escrito. Es a partir de esas vacilaciones, esos peros, que uno escribe.”

Y Paz Soldán: “La ficción es convertir los defectos en virtudes.”

Y Vila-Matas: “Cuando me dijeron que en mi narrativa había un deseo de ser otro quedé perplejo porque no se me había ocurrido. Había publicado una historia, pero no sabía que me interesaba el tema. Empecé a interesarme por la alteridad, por el deseo de ser otro y el tema recorrió mi obra. Después me enteré, con gran alivio de mi parte, que el Quijote es la historia de alguien que sale a la Mancha con el deseo de ser otro. He creado tantos libros con tantos otros que, en lugar de conocerme más, no sé nada de mí. Lo que hace que quede en un estado de felicidad.”

Por dónde empezar. Fue tanto lo que se vivió este lunes 29 de septiembre en la biblioteca de la Universidad Diego Portales, que sinceramente no sé por dónde empezar.

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