viernes, 11 de junio de 2021

Un cholo me enseñó a lavar la ropa

 Rito acuático


Enrique Molina

 

Bañándome en el río Túmbez un cholo me enseñó a
    lavar la ropa
Más viva que un lagarto su camisa saltaba entre inasibles
    labios susurrantes
y las veloces mujeres de lo líquido
fluyendo por las piernas
con sus inagotables cabelleras bajo las hojas de los
    plátanos
minuciosamente copiados por el sueño
de esa agua cocinada al sol
a través del salvaje corazón de un lugar impregnado
por el espíritu de un río de América —extraña
ceremonia acuática— desnudos el cholo y yo
entre las valvas ardientes del mediodía ¡oh lavanderos
nómades! purificados por el cautiverio
de unas olas
por la implacable luz del mundo.

Lavaba mis vínculos con los pájaros con las estaciones
con los acontecimientos fortuitos de mi existencia
y los ofrecimientos de la locura
                                                Lavaba mi lengua
la sanguijuela de embustes que anida en mi garganta
—espumas indemnes exorcizando un instante todas
    las inmundas alegorías del poder y del oro—
en aquel delirante paraíso del insomnio.
Lavaba mis uñas y mi rostro
y el errante ataúd de la memoria
lleno de fantasías y fracasos y furias amordazadas
                                                    en aguas aguas aguas

tantas dichas perdidas centelleando de nuevo
desde gestos antiguos o soñados
mi vientre y el musgo de mis ingles
lavaba cada sitio de destierro ennegrecido por mi
    aliento cada instante de pasión dejado caer como
    una lámpara
y mis sentidos amenazadores como una navaja asestada
    en la aorta pero por eso mismo más exaltantes
    a cada latido que los disuelve en el viento
por eso mismo más abrasadores a cada pulsación tendida
    como una súplica de anzuelos,
Lavaba mi amor y mi desgracia
tanta avidez sin límites por toda forma y ser
por cada cosa brillando en la sangre inaferrable
por cada cuerpo con el olor de los besos y del verano.
              ¡Dioses!
¡Amor de la corriente con sexos a la deriva entre costas
    que se desplazan!
Dioses feroces e inocentes dioses míos sin más poder que su
    fuga
pájaros en incendio 'cada vez más remotos
mientras retorcía mi camisa
en el gran desvarío de vivir
—¡oh lavador!— tal vez nunca acaso ni siquiera
jamás un instante en el agua del Túmbez.

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