viernes, 11 de junio de 2021

Iconografía y mitos indígenas en el arte boliviano

 

Teresa Gisbert vive en la historia del arte

La historiadora e investigadora es una mujer fundamental para la cultura boliviana.
martes, 18 de diciembre de 2018 · 00:00

Alejandra Pau / Periodista

Es imposible saber por cuánto tiempo los enigmas  de la historia del arte boliviano hubieran permanecido sin descifrarse si no fuera por el trabajo de la arquitecta, historiadora e investigadora Teresa Gisbert Carbonell. Su aporte en varios ámbitos, la convirtieron en una mujer fundamental para la cultura del país. El  19 de febrero del 2018, falleció a los 91 años.

 Varios homenajes y conversatorios se realizaron este año destacando el aporte de Gisbert, que es reconocido a nivel nacional e internacional. Personalidades del mundo de la historia y la arqueología han escrito sobre su invaluable legado y repasado su trayectoria. 

Entre sus aportes  destacan  las investigaciones sobre obras pictóricas, monumentos, esculturas y arte textil con motivos religiosos que fueron  creadas por europeos e indígenas, quienes incorporaron elementos de su cultura. Junto a su esposo José de Mesa resignificaron el arte católico como se  conocía hasta ese momento,        estableciendo el concepto  barroco mestizo, según lo explicó en una entrevista Carlos Cordero, que recopiló algunos trabajos de Gisbert.     

 Del mismo modo, trabajó en la restauración del patrimonio boliviano, como el Museo Nacional de Arte y el  Tambo Quirquincha.  
En 2012 dio una entrevista a Página Siete en la cual contó que  su naturaleza decidida se manifestó desde que era  muy pequeña. En un país en el que las mujeres no tenían derecho al voto y unas pocas estudiaban carreras profesionales, Teresa Gisbert decidió labrar su propio camino a voluntad. 

“Yo veía la diferencia entre la vida de los hombres y las mujeres; entonces, yo dije no: yo voy a ser lo que a mí me parezca”, dijo con una firmeza calmada, sabiéndose dueña de una vida entera que lo acreditaba.

En 1943 terminó la secundaria e ingresó a la carrera de Ingeniería, en la  Facultad de Ciencias Exactas. Ahí  se reencontró con José de Mesa, que la convenció de estudiar Arquitectura. En 1950 concluyeron sus  estudios y se casaron; el matrimonio  tuvo cuatro hijos: Carlos, Andrés, Isabel y Teresa Guiomar.

En su biblioteca colmada de títulos  y cuadros, esa tarde de junio del 2012, más allá de  la beca  Guggenheim, el premio Nacional de Culturas o  haber sido  la primera mujer en la Academia de Ciencias de Bolivia, recordó cómo fue la aventura a las raíces de Bolivia, una expedición  que inició junto a su esposo, en la década de 1950, y que se prolongó durante décadas.  

“Nos prestábamos el auto de mi cuñado y su cámara porque no teníamos. Mi hermana Angelita se quedaba con mis guaguas y viajábamos por todos lados (…). Me acuerdo una vez que viajamos a Potosí con mis hijos y a Carlos lo dejamos en el Boulevard, a cargo de un revistero, y  lo recogimos cuando  terminamos de trabajar en los conventos e iglesias. Mi hijo Andrés se quedaba en el hotel”, recordó.       

Por carreteras de tierra, en  tren o cruzando ríos, viajaban por comunidades recónditas para dormir en cuarteles, todo ello era parte del trabajo. En esos destinos inexplorados, Gisbert conoció el templo que más la impresionó dentro de Bolivia: Curaguara de Carangas. “Cuando mi esposo y yo vimos el templo nos quedamos con la boca abierta” contó.

Dedicó su vida a difundir los hallazgos e investigaciones en varios países, realizó  talleres sobre  Iconografía Andina en la Escuela de Altos Estudios Sociales de París, Francia, y en la Universidad de la Rábida, en España. Fue directora del Museo Nacional de Arte y del Instituto Boliviano de Cultura. 

Paralelamente,  los enigmas  descifrados del arte boliviano se hicieron obras, entre las que destacan  Literatura virreinal en Bolivia (1968), Iconografía y mitos indígenas en el arte (1980), Manual de historia de Bolivia (1994), El Paraíso de los pájaros parlantes. La imagen del otro en la cultura andina (1999) y  Arte, Poder e Identidad (2016).   

Junto a su esposo publicó otras obras, como Holguín y la pintura virreinal en Bolivia, Historia de la pintura cuzqueña y Arquitectura Andina.

  Poco antes de cumplir 86 años   reivindicó su visión sobre la vida y se refirió a la  muerte.

“Sigo haciendo lo que quiero, que no es otra cosa que lo que me da la gana. Y además veo que la gente sigue adelante, y  el hecho de que eventualmente desaparezca (...) no afecta tanto, porque veo que el carro sigue andando aunque no esté”, expresó una de las académicas más reconocidas de Bolivia al finalizar la entrevista, aquel invierno de 2012.

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