lunes, 26 de abril de 2021

Persecución de Joyce Carol Oates

 

Reseña del Corcel
Este fin de semana leímos "Persecución", la última novela de Joyce Carol Oates traducida al español, y que publicó Fiordo hace pocos meses. Ya saben que abril es el mes de Fiordo en Otras Orillas, y que ofrecemos todos sus libros hasta el viernes con especial atención. En su tierra natal, los EEUU, Oates ya sacó una novela más, en una cuenta que lleva...¡130 libros publicados!, la mitad de ellos novelas (algunas con pseudónimo), el resto cuentos, piezas de teatro, infantiles...
Por su novela anterior, "Delatora" (My Life as a Rat), y sobre todo por esta nueva "Persecución" (The Pursuit), parecería que Oates entró en una etapa de trabajo con el sentimiento de culpa urdido en la infancia. Niñas que vieron algo y lo callaron, o que dijeron algo sólo para complacer a un adulto amado (un padre) y ese algo motivó otra cosa, terrible. Ese foco puesto en la niñez como generadora de traumas, y de ahí en la individualidad femenina adulta como sofisticada red de ocultamientos y mentiras, le permite a una activa militante como es Oates trazar para sus novelas un feminismo sin heroínas (aunque a la vez sin “malas”). Puede que nuestra escritora se plantee: lo único que faltaba, que en un mundo jodido y desigual la mujer tenga que ser perfecta.
“Persecución” es un thriller por donde se lo mire. Hay un episodio muy dramático que conocemos de entrada, y toda la trama avanza –lentamente, aunque sin desvíos ni digresiones– hacia su esclarecimiento. Abby, la protagonista, tiene 20 veinte años, se casa con un joven que es muy cristiano y que ignora todo acerca del pasado de ella. En la noche de bodas él apenas la toca y se da cuenta de que no da avanzar. A la mañana siguiente Abby sale y la atropella/se deja atropellar por un colectivo. Entender –como intuye su marido– que no fue un accidente es iniciar la búsqueda (pursuit) de la razón que lo motivó, lo cual implica, para un cristiano progresista y sin prejuicios bastante cercano al ideal de “un buen tipo”, poner en duda no su amor pero sí su ingenua confianza en la bondad del mundo. Willem, así, es el que emprende la persecución –¿qué ocurrió en el pasado de Abby?– por un camino arduo que, entre otras cosas, sacude sus propios andamios religiosos (Jesús es mi hermano, se dice, pero Dios… no sé si es un padre). Mientras Abby se recupera en la UTI de un hospital, la trama nos va revelando el peso de la otra persecución, la de la experiencia traumática padecida. Esta se desdobla en dos: la que se manifiesta como una voz en la cabeza de Abby y la acosa con una maldad implacable, tipo “¿y a vos quién te dijo que te merecés un buen esposo?”; y la más subterránea, la del episodio original: Abby a sus cinco años tratando de congraciarse y ganarse el amor de un padre esquivo (excombatiente en Irak) y enfermo de celos por su esposa. Abby diciendo por amor lo que el padre quiere escuchar, y desatando con ello la tragedia.
Dios tomó algún tipo de decisión extraña cuando hizo que los animales –entre ellos los humanos– tengan en su anatomía una red de nervios. Un aditamento innecesario, escribe Oates, este de hacernos sentir dolor. La sociedad al parecer compite con Dios en buscar formas más sofisticadas de punzado de nuestra red nerviosa. Y cómo le está ganando al de arriba, y cuánto.
Puede ser una imagen de texto que dice "JOYCE CAROL OATES PERSECUCIÓN «Oates es una de las cinco grandes novelistas norteamericanas de os últimos cien años»>. Edmund White In fiordo 30"
Paula Irupé Salmoiraghi
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