Dice en feis Otras Orillas
Mini-guía para leer a César Aira
Siendo que acaba de ganar un premio tradicional como el Formentor (que nació en 1961, y ese año fue compartido para Borges y Beckett), muchos estarán saliendo a preguntarse:
1) ¿Hay que leer a César Aira?
2) ¿Qué libros hay que leer?
La respuesta a 1 es sencilla como un sí. Ya la segunda incógnita puede deparar todo tipo de respuestas, y la más simple es la que dan los fundamentalistas airianos: hay que leer todo, porque cada librito sería algo así como una pincelada genial de una Capilla perfecta (o no sé qué otras comparaciones usan).
Leí por primera vez a Aira hace 27 años, cuando el gran David Viñas incluyó su novela "Ema la cautiva" (¿o fue "La liebre"?) entre las lecturas de la materia Literatura Argentina I. Como Puig, Silvina Ocampo y Saer, Aira es un escritor de prestigio cocinado al calor de las distintas carreras de Letras en universidades argentinas (sobre todo UBA y Rosario). Con Saer comparte una característica: ambos se alimentaron de esa fruición académica por sus obras ofreciéndoles nuevos y pulidos guiños, pero sin volcarse de lleno a esa tribuna. Supieron combinar, de maneras muy distintas, el gusto por la imaginación teórica y el amor por la trama, o si se quiere por la peripecia, la base activa de todo relato.
Un gesto hizo, a comienzos de los '90, distinto a Aira respecto de la totalidad del entorno de narradores argentinos. Y es que, conocedor de otro ambiente o de otro sistema como es el de la circulación de los libros de poesía, Aira en el '93 se lanzó a obsequiar textos inéditos a editoriales mínimas, de escasísima presencia en el mercado. En el '93 no era nada fácil vislumbrar que en esa escena de minieditoriales había un futuro; quince años después era una evidencia. Así, la obra de Aira fue creciendo en publicaciones, que hoy sabemos la hacen sumamente atípica. Los especialistas cuentan, a hoy, 108 "libros" de Aira, en el sentido de ediciones con textos previamente inéditos en tanto objetos que en la tapa dicen "César Aira". Se trata de: unas 70 "novelitas" (algunas de apenas 60 páginas), poco más de diez libros de ensayos (o biografías, o diccionarios de autores), un puñadito de libros de cuentos y de teatro (y algunos inclasificables como "Haikus", que podría ser un relato o un monólogo teatral), y finalmente unos veinte de eso que yo llamo "gestos editoriales": publicaciones mínimas, de 6 o 20 páginas, comúnmente con un único relato, y que Aira comenzó a obsequiar a editoriales ínfimas hacia 1993, inmediatamente después del primer salto en la valoración de su obra, y en días en que se empieza a hacer común que a la par aparezcan tres o cuatro novelas suyas por año en editoriales más establecidas. Insisto en esa peculiaridad porque me parece central en la trayectoria y la "suerte" de nuestro autor pringlense; cuando otros escritores quizás hablaban en contra del mercado pero eran incapaces de "desperdigar" un textito suyo en editoriales que no fueran Emecé o Seix Barral, Aira ya tenía un ojo avizor puesto en esos proyectitos que una década más tarde redundarían en la llamada edición argentina independiente. Un gran observador.
Mi valoración del conjunto de la obra de Aira no va muy de la mano de aquellas opiniones que sugerían que cada libro es una pincelada genial. En particular hay un período -las novelas que publicó avanzados los años '90- que me embolaron a cada intento de releerlas (y me dejaron quieto la primera vez que las leí). Hablo de La abeja, Embalse, La guerra de los gimnasios, El sueño, La mendiga... Hay pasajes de su obra donde él está feliz con su ingenio y yo no (no sé si con el mío o con el suyo), y hacen que me quede pensando "Podía dar más".
El gran golpe de emoción -teórica y poética- me lo dio la lectura de "La prueba", novelita publicada en 1992. Ahí sentí que si Aira ponía carne a su ingenio, el resultado era otro. La carne en Aira muchas veces se llama melancolía, y se le da muy bien. También me encantaron "El tilo" y "Las noches de Flores", de comienzos de los 2000. De los últimos años recomiendo entero el ciclo editado por Blatt y Ríos, y, de las publicaciones de Mansalva, "El divorcio" y "Margarita". De sus primeros textos conocidos, "La liebre" y "Ema la cautiva". De los 21 libritos lanzados por Beatriz Viterbo, además de El tilo está el muy adorado "Cómo me hice monja". Y de sus gestos editoriales, "El infinito" y los distintos cuentos publicados por Eloísa Cartonera, como "Mil gotas" y "El cerebro musical".
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