domingo, 4 de abril de 2021

Las marcas del diablo tatuadas en las manos de las brujas

 Poética de los árboles     Eugenia Straccali

 

 

 

 

 

 

 

Huida de loba

 

A quien me pregunta cuántos amores he tenido le respondo que mire en los bosques para ver en cuántas trampas ha quedado mi pelo.

 

Alda Merini

 

 

 

¿No te das cuenta de que aquel árbol

 

es testigo de nuestro ahogo?

 

Las hojas transparentes brillan como cristales para nosotros y escuchan nuestros suspiros.

 

 

 

Nadie va a pasar por acá nada

 

nos salva del lobo blanco,

 

es el viento el que trae el sueño de los amantes

 

espolvorea los párpados con polen de flores níveas

 

 

 

(esta muchacha cuando hechiza es tan alta como los árboles)

 

 

 

Nuestra pena... por causa del vino, la poesía y la noche se tornó irremediable.

 


Te cuento antes de que te duermas del todo:

 

el alfabeto de los árboles era utilizado en el culto

 

de las magas de la Bretaña medieval

 

a juzgar por las marcas del diablo

 

tatuadas en las manos de las brujas.

 

Las varitas mágicas agujas en el espacio

 

durante las horas silenciosas,

 

emanan el fluido que viene de los astros.

 


Estoy ahora en la jaula de las bestias.

 

 

 

Esta mujer sabe el ritmo del demonio

 

entiende de hechicería,

 

es veneno de escorpión maneja el tiempo
moviendo sus dedos como tijeras

 

filo colmillo yugular dulce

 

testimonio es licor en tu paladar lleno de hormigas.

 

Una herida de amor

 

mordida letal abre el torrente negro

 

que tiene en las palmas abiertas al cielo (mapa ancestral).

 

 

 

 

 

Extiende su paño sobre la hierba y lanza su talismán sobre el círculo:

 

escribe, escribe, escribe
con la tinta derramada sangre de sus árboles

 

 

 

poesía creciente

 

palabras febriles para un náufrago que llega y necesita asilo.

 

Ella es feroz

 

porque tiene complicidad con las sombras

 

solo podés oler su fragancia terrible.

 

No queda vestigio del cálido verdor de otro amor,

 

verano en que juntos bebimos

 

la suave fugacidad de la tarde copa solar

tal vez en el designio sutil de las miradas que imantaban la noche:

ensueño venéreo liviano

 

oculto, el madero ardido te quema la lengua

 

no hables entonces no hables no mientas.

 

 

 

Tampoco hay herida ya raíz del duelo

 

el árbol asciende quebranto lineal de un tiempo de barro que fue peor

 

 

 

¿qué tenemos? la espera la brevísima historia de una lágrima y un poco de espacio entre el bosque y el mar turquesa el cristal.

 

 

 

Dejemos que las palabras perezcan del todo hay otro lenguaje que surge

 

en el crepitar del fuego o en la llama que se abre pálida.

 

 

 

Lucero muerto en el lago...
estás súbitamente arrepentido pero este árbol ya es ceniza
no respira, crepita su corazón

 

bajo la tierra lombrices, hormigas, avispas, enrededaderas carnívoras

 

invaden su cuerpo de cicatrices

 

su corteza lleva grabada las letras del abecedario de todos los árboles de este bosque sin tiempo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(En: El alfabeto de los árboles, Ediciones En Danza, 2017)

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