miércoles, 3 de febrero de 2021

Cuando se opaca la luna roja regresa satisfecha a los infiernos

 pipa passes  diciembre 31, 2019  Colección Pippa PassesEditorial Buenos Aires PoetryLiteratura MexicanaPippa Passespoesía mexicanaUncategorized

Araceli TOLEDO OLIVAR | Murmullos de Salamandras | Colección Pippa Passes

Araceli Toledo Olivar (7 de febrero de 1976) nació en Cuautla Morelos, México; pero nunca ha vivido ahí. Desde pequeña, ella y su familia se trasladaron a Juchitán, Oaxaca, México. El primer respiro de vida de Araceli matizó sus pulmones con las historias, sabores y afectos relacionados con el vínculo materno. Su abuela Félix fue una gigante cubierta de luna y barro. Cómplice del tiempo. Tejedora de flores. Ella y Ara se quisieron desde antes de la llegada del invierno del 76.  Del linaje juchiteco, Araceli tomó el fuego. Una pizca de alumbre iluminó las salamandras de su familia paterna y, desde entonces, las llamas se avivan y se aquietan según el antojo del basto inquebrantable de la abuela Florentina. Además de escribir poesía, Araceli posee estudios de Literatura Mexicana e Hispanoamericana (Maestría y Doctorado, respectivamente); escribe ensayo y tiene una gran pasión por temas relacionados con el tarot, la hechicería y la fuerza de las mujeres, entre otras cosas.

Entre sus publicaciones se destaca el libro En el ensueño del caleidoscopio: Teresa Wilms Montt y Nahui Olin (BUAP, 2018), producto de la investigación que Araceli ha realizado sobre las poetas Nahui Olin (mexicana) y Teresa Wilms Montt (chilena), a lo largo de varios años. En ese sentido, figuran las publicaciones: Teresa Wilms Montt y la ambivalencia del ser en el mundo (BUAP, 2016); Carmen Mondragón: mujer, poesía y vanguardia, en colaboración con Alicia V. Ramírez Olivares (Universidad de Ucrania, 2013) y Las inquietudes espirituales: cuerpo y poesía de Nahui Olin, en colaboración con Alejandro Palma Castro (BUAP, 2017). En la actualidad, Araceli Toledo Olivar se desempeña como profesora investigadora de tiempo completo en la Facultad de Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP).

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LAS SALAMANDRAS

tienen una mirada
…………………..de flor de fuego
hundida
en encrucijadas de remota
………………………………….memoria.
Poseen
…………..la frialdad del mármol.
Se alimentan de
…………………..gritos
………………………apagados.
De esos
que no alcanzaron a nacer.

Son dueñas
…………………del clamor
del segundo
…………………perpetuo
que entre filos
…………..de barniz púrpura
se deshace
capa
…………..por
capa.
Con las brasas
del ave en llamas
acrisolan
…………las sombras
…………………..desahuciadas
de los días.

Sus llagas
supuran
bálsamos de sal.
Desenroscan
………………agresivas
su cola láctea
y desenmascaran
……………con su veneno
la voz acuosa
que petrificó
el brebaje del cosmos.

Hay en sus pupilas
reverberaciones ópalo
…………………………de soledad.

Contrariadas
transitan
por el camino
——————–pantanoso.
Atraviesan por los fósiles
————————————-Yermos.
Sus espíritus
penetran
la fortaleza
————del aura en escarcha
que impregna la madrugada
————————————en vigilia
de la aspereza de enero
y su cresta
———se incendia
de oro en polvo
agonía
——–encarnada
—————-en la cera magnolia.

La tierra granillo
acuna a
————-las
——————salamandras.
Recubre
de eternidad
————-sus resuellos
el azufre de sus venas
————-que ensanchadas
se desfiguran
se confunden
————-con el eco vagabundo
con la súplica
de la melodía
————-caracol.
Avanzan.
La hojarasca se estremece.
Algunas llamas
acunan su piel
Se confunden en el anonimato
del vapor de la noche.
Los perros las presienten.
Perciben su filtro mercurio
y entre ladridos
se unen a las hijas de Creta.
Se regocijan
todos
en las espigas
de trigo
———que reflejan
el poder encubierto
de la luna y su pasión
———————–efervescente.

Los gatos
se esponjan.
Trepan
———–la cúspide
de la aurora
——–por la madreselva
—————irrumpen en su misterio.

Sus garras
custodian
la linfa sagrada
de las salamandras
————————-sin memoria.
De las que esta noche
solo hallan consuelo
en el roce
———–convulso
de la salvia.

¿Fue la rabia
de mi ombligo
el ojo centinela
que las regresó
a la tierra?


LAS ESCAMAS DE PESCADO SECO

siempre

alumbraron tus faldas

                         Abuela Salamandra.

Aun te siento

caminar por la casa

                        de tejas

hoy destruida.

Todas las tardes

dormitabas

en tu hamaca.

Te mecías lentamente

mientras templabas tu fuego

con el verdor de las almendras.

Todo reposaba en silencio

hasta que una bandada

                            de pericos

cruzaba

escandalosa

el cielo despejado.

Cuando niña

observaba

tu ritual

de vestimenta.

Salías del baño

con los cabellos escurridos

como pasionaria ennegrecida.

Abrías tu baúl

tomabas una enagua

la sacudías de frente al sol

y en cascada luminosa

caían escamas aguaviva.

Enroscabas

alrededor de tu cabeza

el cabello húmedo entrecano.

Luego

caminabas

descalza

          hacia la calle

sin decir adiós.

Por las noches

peinabas

tu cabello con

polvos de mamey

sándalo de mar

raíces desangradas.

Con el cabello

entre los dedos

pensabas en tu madre.

En los años complicados

que pasaron juntas.

Añorabas

constantemente

                  su presencia

sabia

    enmohecida

mientras un olor

a nostalgia

              no llorada

impregnaba

todo el cuarto.

Tu mirada severa

nunca

me obsequió jazmines.

Crecí

entumecida

con la cercanía de tu imagen

                                         distante.

Tu sombra

se proyectaba inmensa

ante el sobresalto

                      de mis ojos

crédulos de niña.

En las madrugadas

de noviembre

los perros aullaban

en el patio.

Sus lamentos se confundían

con el bramido

                del viento índigo.

Enfurecida

te levantabas de la hamaca

y pisando las piedras adormecidas

te detenías frente al árbol de algodón.

Discutías con quien se escondía

entre los repliegues del tronco.

Con acicaladas injurias

exigías

que abandonaran

tus tierras.

De inmediato

los perros

se tranquilizaban

y tú regresabas satisfecha

a este mundo

                Abuela Salamandra.

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EN EL PUEBLO

_

la conocían como

                        la Tía Mode.

A su puerta

llamaban

las mujeres y los hombres

que querían curarse

de la pesadez de la vida.

Mira

tienes el cuerpo vencido

te voy a amarrar la cabeza

con un paliacate rojo

para que se te pase el desguance

Mientras se esperaba turno

uno se entretenía viendo

a los caracoles

trepando

las campanillas

de las paredes

de su casa.

Ella

se encerraba

con los dolientes

en silencio.

A veces

se abrían las anchas puertas

                                       de madera

con brusquedad.

Sorprendía la silueta delgada

de Mode

que había salido

a buscar

hierbas al jardín.

No permitía la entrada

de persona alguna

a su cuarto.

Decía la gente del pueblo

que en botellas bien guardadas

tenía sellados los secretos

de la gente que iba a verla.

Frota esta piedra

junto a tu pecho

recomendaba

a las mujeres

                que sufrían mal de amor.

Cuando esté bien caliente

la tiras al río

y te alejas corriendo

para que del fondo de la cueva

salgan las sirenas

y con su canto

curen

las violetas sagradas

de tu corazón.

Si no puedes dormir

si no te sienta la comida

ven a mi casa.

Te pondré “la sombra”

con granos de maíz

y buganvilia recién cortada

de colorete magenta.

Con el espíritu

del aguardiente

yo te llamaré

yo te invocaré.

Te traeré de regreso.

Dormirás como bendito

Y benditos serán tus miedos.

Tía Mode

atendía

a la gente

durante toda

                la semana

menos los domingos.

Ese día estaba destinado

Para su visita al panteón.

Iba temprano al mercado

Compraba

lilas y begonias

las amarraba

              con un listón dorado

y las ponía en un jarrón

                                rojo de feria.

Se sentaba a tejer

cerquita de la tumba de sus padres

bajo la sombra

                  de una jacaranda.

Regresaba a su casa

con el calor del medio día.

Se encerraba

              y no volvía a salir

                                    el resto del día

Algunas vecinas

dicen

que

algunas veces

por las noches

se le escuchaba

llorar y reír

              al mismo tiempo.

Al final

de sus días

se le comenzó

a ver poco

          por las calles.

Su casa

estaba siempre cerrada.

Un día

llegó un sobrino

                    desconocido

a buscarla.

Tuvieron que tirar la puerta.

Entre la penumbra

                   apenas iluminada

por candelabros

de desnutrida flama

encontraron a la tía

rodeada

de frascos

de varios tamaños

                     verdosos

agitados en su interior.

Hablaba

para sí misma.

Se le veía tranquila.

El rostro iluminado

como madreperla

                     iridiscente

inalcanzable su mirada.

Parecía

custodiada

por un cerco

de confidencias

                 embalsamadas.

Desde la ventana

se observaba

alada

la complacencia

de la luna.

¿ERES TÚ

quien me acecha

en esta luna

                  fiel

a los designios

         de la arena

               serpenteada

por las manos

    que temerosas

trazan

    constelaciones infinitas

en el aire

         humedecido

de lavanda?

¿Es tu sombra

quien domina

mis recelos

                 más

                      profundos

e insensible

se aleja

cuando los hilos tornasol

de la noche desaparecen?

¿Qué deseos

obedeciendo

                tu voluntad

permanecerán ocultos

entre las raíces

               de la salvia

que alguna vez

         ambicionó

tu presencia esquiva?

¿Acaso intentarás huir

después de haber liberado

                                      al minotauro

de las fauces de mi propia

                                    inconsciencia?

Ante tu indolencia

despertaré

                en silencio

sin desenfundar la espada.

Abriré los brazos.

Terminaré el conjuro

y reposaré

       de

            frente al sol.

_

EL LLANTO DEL ÉTER

_

gotea

          boreal

en su piel

            traslucida.

Sus venas azules

parecen flecha de mercurio

                                     diluido.

Arde

inacabable

            su mirada destructora.

Con sus garras

despoja

de anhelos

a quienes hurtaron

el ámbar sosegado

de su mirada.

Sigilosa

irrumpe

en sus sueños.

Les arrebata

la calidez de

            la brisa sureña.

El vaivén de

                  los susurros

                                    añil estrella.

La paz

          incomparable

del dolor.

Cuando se opaca

la luna roja

regresa

         satisfecha

a los infiernos.

Desde su trono

resguarda

                ausente

la divinidad

de su estirpe

               tritón.

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EN TRES LUNAS

_

el fuego

ultramar

se balanceará

                  acompasado

por el susurro

                   de los sauces

que recitarán

                   complacidos

los nombres prohibidos.

Las sombras guía

despertarán

el brillo vehemente

de la turmalina oscura.

Tres serán las piedras

proclives a hundirse

en la profecía ópalo

de vacilante reflejo.

Quimeras enardecidas

brotarán de los ojos

de Medusa.

Pasearán por los mausoleos

y

tres

veces

harán temblar

las llamas afligidas

          de seda navegante.

Musitarán en voz queda

la lengua de los muertos

cuando deambulen por   

                                        los

                                             callejones

a medio iluminar.

No habrá voluntad que se resista

a su reclamo.

Tres lienzos urdirán

para las almas peregrinas

que tres veces soñarán

bajo la sombra

del embriagado sauco

del cual descendieron

los pájaros nocturnos

de muertes perpetuas.

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©Araceli Toledo Olivar, Murmullos de salamandras | Buenos Aires Poetry, 2020 | Colección Pippa Passes | 64p.; 20×13 cm. | Poesía Mexicana.

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