domingo, 29 de noviembre de 2020

Paula, la coja

 

Una democracia coja: una lectura de 'pequeñas mujeres rojas', de Marta Sanz

La autora Marta Sanz

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Hablan los muertos como un coro de una tragedia griega. Ahí, bajo el polvo, aún retorcidos, en plena contorsión, esperan, esperan... Esperan, tal vez, que una democracia coja, como el personaje de Paula, los saquen a la luz, los iluminen y que del horror pueda crecer una sociedad diferente.Verdad, justicia y reparación.

¿Cómo llegaron ahí? es la voz que atraviesa toda esta historia, nuestra Historia. Porque no es una historia, es la Historia de nuestra propia sociedad. Un país que ha sido incapaz de articular una verdadera política de memoria democrática, porque ante la violencia y el fascismo no se puede mirar hacia otro lado.

El verano se ha convertido en la estación para sacar del olvido las historias preñadas de fotos color sepia, dolor y polvo. Un verano de hace más de quince años, mi abuela me contó la historia de su hermano desaparecido durante la Guerra Civil. Al calor de la huerta, el sonido de la chicharra y a la sombra de su higuera centenaria; me habló de un hermano al que habían omitido durante décadas del relato familiar -no se podía hablar-. El miedo, las amenazas de la Guardia Civil al finalizar la guerra, el carnet de la CNT quemado, hizo que solo quedara de Antonio una postal amarillenta comida por la polilla que uno de sus hermanos pequeños guardó como un tesoro. Lo que más me impactó de todo es que el miedo había hecho que alguien dejara de existir, se convirtiera en un espectro. Ese mismo verano me puse a buscar su rastro con la ayuda de la Asociación para la Memoria Histórica de Cataluña, que me dieron algunos datos, aunque llegamos a la conclusión de que es posible que formara parte de los huesos anónimos que acabaron en el Valle de los Caídos. Algo que llenaba la historia de mi abuela y su hermano de más simbolismo: los huesos anónimos de Antonio frente al monumento megalómano del dictador. Y, de fondo, la enorme losa del silencio de toda una dictadura y gran parte de la democracia actual. Silencio y olvido, el abono perfecto de la impunidad. 

Marta Sanz nos presenta la acción como una investigación minuciosa en un pueblo recóndito, Azafrán. La clave es la propia de la novela negra, porque ¿qué mejor género para abordar una desaparición colectiva? Personajes que continuamente buscan explicaciones, recabar testimonios y fotografías de los desaparecidos, ver quién generó riqueza a costa de la represión. Los muertos como fantasmas que tiran de Paula, que llaman a la conciencia. 

Violencia, que se hace mucho más brutal frente a la mujer. Víctima de la represión por sus ideas, por venganzas cainitas y por ser mujer. Cada vez podemos saber más de los mecanismos de la represión, de las múltiples formas en las que se vejó de forma inhumana a las mujeres republicanas o simplemente familiares de republicanos. Mujeres recién paridas, fusiladas embarazadas, violadas antes o después de morir, como documenta el trabajo de Laura Muñoz-Encinar. Otras humilladas públicamente, amenazadas por los propios vecinos o las autoridades locales. 

Los mecanismos de la represión que fueron ideológicos, pero que se convirtieron en un mecanismo de generación de nuevas élites locales a nivel político y económico. Ganar, en muchos casos, a través de la incautación de bienes de las personas fusiladas o desaparecidas. Un elemento de la represión franquista, tal vez, más polémico y menos claro, pero que nos da las claves de los cimientos del capitalismo de este país desde el fin de la Guerra Civil hasta la muerte del dictador. 

Es, por tanto, una novela que pulsa todos los puntos calientes de la Historia reciente de nuestro país y sus problemas por construir una memoria democrática fuerte, que saque a la luz o exorcice un país con miles de personas asesinadas en cunetas. 

El mismo miedo a las represalias y las amenazas forjaron la losa de silencio sobre la memoria del hermano de mi abuela; el mismo miedo y amenazas forjaron en este país la losa de impunidad sobre aquellos que ejercieron la represión sistemática en todos los órdenes sobre el “bando perdedor”.

Es un libro para leer despacio, porque como en toda novela negra, hay víctimas, verdugos, delatores...pero, al contrario que en otras historias aquí no hay equidistancia, porque ante crímenes contra la humanidad no puede existir.

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