domingo, 7 de junio de 2020

Maderas, fuegos y cuentos domésticos

Es impresionante que un mismo hecho, la llegada de esta salamandra a mi casa, una tantos sentidos en mi vida: 17 años vividos sin calefacción porque hay otras urgencias, proque se entra y se sale y se anda en patas y se tiene todo abierto siempre; el tiraje ya estaba agujereado en el techo desde el viejo termo que mi viejo cambió de lugar cuando me mudé (Pepe solo le puso unos ladrillos a la chimenea de arriba del techo para que la piedra lápida que tenía no la bloqueara; el leñero apareció desocupando el espacio tapado antes con diarios y recortes que ordené hoy y fui reubicando mientras veía pasar entre mis manos noticias culturales y reseñas literarias del 2004, 2009, Rita Segato, Cerati, Olga Orozco, y tants diarios y revistas que ahora me siguen esperando en otra parte de la casa; la salamandra en sí me la consiguió Pepe, mi vecino, a cambio de mi Dodge, hermano querido, que le entregué a cambio de trabajos en casa y que le está salvando la vida. Si vieran el orgullo con el que miro a mi nube celeste ir de acá para allá repartiendo plantas, leña y, dice, ahora, también toallones y sábanas. Jajaja. Pepe me mandó recién un video con una canción humorística sobre "el turco" que vende "beine, beineta" y lo que se te ocurra de ramos generales. Yo le conté el cuento de mi viejo que guardaba tabletitas usadas de fuyí, y dijimos que el próximo trabajito es devolver al armario antiguo que tengo en la cocina de alacena, su función original de placard de dormitorio, extirpándole todos los agregados de maderitas y estantecitos varios que mi papá le puso para usarlo de guardaherramientas en su famoso garage donde nunca había entrado un auto. La vida es así.



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