domingo, 2 de febrero de 2020

Enfriando le totin que me quedó del almuerzo

El jueves Julián me escribe tipo dos de la tarde cuando yo ya estaba por salir para cante. Que si tenía ganas de ir con elles a Tigre, que el día anterior habían estado encerrados mirando tele. Occcccccvio, salió como una rayo lawela.
Ese día hicimos paseíto de una hora en lancha, compramos hamaca paraguaya y logramos sentarnos a comer una pizza y una cerveza luego de huir de un lugar por el precio de los helados y de otro porque solamente era piza libre.
Al otro día planeamos cruzar a la playita del alcázar que ya conocíamos. Salimos a la mañana con lonita y todo para hacer picnic, pero cuando llegamos y vimos el restaurany delante del río nos tentamos y ahí pusimos el culo. El mozo era un macanudazo a la antigua que nos dijo "mamá y papá" y cuando le dije que yo era lawela, agregó qué abuela joven y "así es la vida" (Julián con el viejazo de sus casi 30 jaja).
Nos pedimos una botellita de tinto de tres cuartos, pero al sol y con los ñoquis no nos la pudimos terminar. ¿Dejarla? Jamás. Terminamos la botellita del jugo de Mile y nos la llevamos cargada. Un para de tragos en la arena y creo que todavía le quedó algo para casa. Después le preguno al blasfemo si terminó tirándolo.






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