viernes, 24 de enero de 2020

Paso a paso de mi pata rebrotada

Vieron que venía jodiendo hace rato con tatuarme. Pero me detenían el cagazo y la falta de guita. Un paso al frente fue mi tatoo de dedo con Bernie el mes pasado. Y estaba segura de que quería a una mina artista para el próximo también. Alguien que opinara y diseñara y se hiciera cargo de que mi piel era su obra.
Euge me había hablado de su tatuadora y era una opción segura, conocida y respetada. Pero Magda no me quería acompañar y se fueron de vacaciones y yo no iba a dejar pasar enero. Así que le escribí a una mina que encontré en la web, de Palermo, cuyos laburos me gustaron. Por wasap me contestó su manager y me mandó una información estándar sobre precios y modos. Cuando le contesté no obtuve más respuesta. Le mandé eso a Euge y me dijo que era carísimo. Ahí no más desde C+ordoba, me mandó el número de su amiga, Bahía, a quien le escribí mientras iba hablando con Euge. La cuestión es que Bahía no trabaja con color, solo negro y cuando me preguntó qué me quería hacer, mis opciones eran muchas aún descartando los colores.
Me dí cuenta que era muy difícil saber qué exactamente quería ver todos los días de mi vida sobre mi piel. Y uno solo. Porque si es por mí te diseño cuerpo completo. Estaba entre el colibrí y el quetzal sobre el hombro, pero necesitaba color. El mandala en el cuello, pero no me lo recomendaron para primera experiencia. Las puseritas o tobilleras pero tampoco porque las articulacines son lo más doloroso.
Al final agarré una birome y le di, por impulso, rienda a mi trazo sobre pantorrilla. Quedó esto:


Me gustó, se lo mandé a Bahía y fijamos turno para la semana siguiente (el martes pasado a las 10 am). Me tocaban todavía cuatro días de cuidar a Mile en el medio antes de la fecha y toda la ansiedad. Ese día se largó a llover a la noche y llovía cuando tenía que salir. Casi me vuelvo a la cama con mi típica excusa de que para qué me obligo si no tengo ganas. Cuando la verdad de la milanesa es que me muero de ganas. Fui no más. A Paternal. Estoy yendo todo este enero a caba por guitarra, cante, talleres de flamenco, ayer ensayo para muestra de San Valentín. Dejo el auto en Lozano y ahí trencito, subte o lo que sea. Ese martes me tocó trencito hasta El libertador y 105 por metrobus hasta "pappo Napolitano" que no pensé que era una pizzería y resulta que es el nombre que le pusieron a la estación de colectivos. o re feliz de mis descubrimientos y de la poca orientación urbana que voy logrando.
Bahía y su estudio resujltaron ser una belleza con potus y gatos que me hicieron pensar que, como siempre, seguir mis instintos hace que mis elecciones sean muy buenas.
Yo pensé que con el dibujito choto que yo había hecho ya estaba todo. Ah, me olvidé de contarte que le había puesto en el tallo una frase de Marcela en el Quijote. Te imaginás lo que me costó elegir una sola línea, proque si es por mí me escribo todo el capítulo en la espalda. Al final quedó: "Siendo infinitos los sujetos hermosos, infinitos habían de ser los deseos". Al final no la hicimos porque a Bahía le pareció que estéticamente no daba y le cnté todo el capítulo y le encantó pero para otro tatuaje. Claro, yo no sabía que elegir qué hojitas y qué florcitas ponerle a mi tallo de pata iba a ser tan complicado. Complicado pero genial. Ella me preguntó qué flores me significaban algo: le dije el irupé y el jacarandá. La primera no iba por su forma plana y estábamos buscando en vertical. El jacarandá era de mis deseos acumulados pero, como no teníamos lila, pensé que no. Pero Bahía me mostró su carpeta de diseños, se especializa en flora y fauna, y ahí vi todos los detallitos de las hojas, nervaduras, sombras, cantidad, ramos, un mundo nuevo. Mientras yo le hablaba de mis preferencias: que pareciera que la pierna brotara, que el tronco central formara una espiral sobre la pantorrilla, que no fuera simétrico, que se viera un poco de adelante pero no tapara la cicatriz. Ella fue dibujando flores y hojas, me decía "creo que ya te entiendo lo que querés", y yo que creía que era tan claro, je. Pasó sus dibujos a carbónico, los reprodujo con fotocopiadora ahí mismo, los recortó, los combinó en el papel y luego sobre mi pierna. Eliminamos una rama, corrimos otra para que su tallo coincidiera con el central. Y recién ahí pasamos a la camilla.
Sentí sus líneas pero no fue para tanto. Ni el tiempo (todo el proceso duró cuatro horas, creo que sobre camilla habrán sido dos), ni la intensidad. Algunas líneas, aunque era la misma aguja y tinta, me dolían más que otras. Alunas curvas las sentía nítidamente, podía seguir su trazo seguro y experto. Otras no sé cuando las hizo. No quise mirar todo el tiempo porque me gusta la entrega una vez que se logró la confianza. Así que me tiré con los brazos detrás de la cabeza y seguimos hablando de literatura, de arte, de artesanías, de laburos docentes y no docentes. Le prometí incluirla en mi lista de lectores a quienes recomiendo o regalo ofertas imperdibles en calle Corrientes.
Nombré muchas veces a mijita, pobre, menos mal que no vino (no sé por qué sigo diciéndole "pobre" por la madre que tiene si a mí me encantaría tener una madre como yo, pero bueno... otro tema).
Me fui refeliz. Dice Bahía que mi piel reaccionó rebien porque ni colorado tenía apenitas. Los cuidados del día y siguientes fueron un placer de autocariño: agua tibia y jabón neutro los dos primeros días, crema dermaglós a parir del tercero, cubrir del sol y proteger de los golpes hasta que se haga cascarita y cicatrice.
Cuando me iba a tomar de vuelta el 105 al metrobus, veo de casualidad en esa cuadra un local de Chiri-sol. Una marca de ropa que sigo por feis y me encanta y una sola vez había ido al local pero por Malabia, creo. Resulta que no era otra sucursal sino la única. Y me la encuentro justo ahí. Volví del metrobus y me fui a comprar alguito, que me lo merezco. Dos locales antes de Chiri vi otro local genial con mucas cosas a lunares. Entré en ambos, me probé todo aunque tenía la pata cubierta con papel film y me compré: palazo negro, remerita musculosa a lunares y vestidito corto también negro a lunares en un local, palazo violeta, vestidito mostaza, dos vestiditos combinados en oferta dos por uno y un remerón con mil colores en diseños circulares geniales, en Chiri. Y me subí al 105 y al trencito y agarré mi auto y volví a mí casa y la vida es bella.

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