domingo, 8 de diciembre de 2019

El Cairo de Rita

Dice en feis:

No puedo creer que estamos acá, en Egipto, pisando por primera vez tierra africana. Llegamos cansados pero hambrientos de ver cosas, así que dejamos todo en el hostel y, ya de nochecita, nos fuimos caminando al bazar, Khan El-Khalili, un trayecto de media hora a través de pasajes estrechos, sucios, llenos de puestitos y de vida, como si fueran los pasillos de la villa 31 los días de feria.

Los vendedores prácticamente te persiguen para que les compres y consiguen ponerte tan incómodx que no tenés ganas de pararte a mirar sus puestos. Algunos te agarran del brazo o te hablan en castellano, alemán, inglés o italiano, evidentemente son comerciantes avezados y genios de los idiomas. Son todos tipos. Todos.

"Estoy más acostumbrada que vos a esto", le digo a Gonza, que parece un poco más nervioso por tanta atención, "es bastante parecido a la experiencia de que te acosen en la calle por ser mina". En la calle hay muy pocas mujeres, menos aún solas, y ninguna pareja. Pocos turistas, algo extraño. Me tranquiliza ir con Gonza porque con su pelo se ve tan exótico para estas tierras que llama más la atención que yo, le gritan cosas, lo saludan, le sonríen, etc. Tenemos la teoría de que, si no lo escuchan hablar, piensan que es yanqui. Ahora le digo irónicamente "el americano".

Hay gatos callejeros por todos lados, mucho más que perros. Todavía no vimos ni una rata. El tránsito es un absoluto caos. Las bocinas no paran de sonar nunca. Vereda, calle y semáforos son apenas una sugerencia. Pasan autos y motos por pasajes de menos de dos metros de ancho. Cruzás rezando, pero cruzás y te reís de todo al final.

En el bazar venden cualquier cosa. Una Salada oriental. Desde guirnaldas navideñas, vestidos de gasa bordada con una cara de Mickey en la panza (?), lámparas, estatuas, papiros, minicomponentes, especias, pulseritas como de peatonal de la costa, imitaciones de ropa y perfumes, posta cualquier cosa. El nivel de bizarro que se maneja es graaande. Es demasiado estímulo. Pero un cachetazo que nos vino re bien, para ubicarnos y acostumbrarnos a manejarnos en un lugar TAN distinto a Berlín. Lo que tiene de loco es que lugares donde en Buenos Aires ni a palos te meterías porque pinta que te afanan, acá no. Seguro te pueden estafar, pero chorearte es mucho más raro.

La arquitectura es una locura total. Hay lugares que parecen salidos de Star Wars, de Tattooine. Edificios increíbles, la mayoría medio hechos mierda, y abajo estallados de bolichitos, entre los que cuelga una maraña imposible de cables. Como si de un viejo esplendor brotara una nueva vida, más modesta y feúcha, pero también más variada.
Los colores de las edificaciones son bastante homogéneos, como si todo lo que se construyera sobre esta arena volviera a ella. La arena lo reclama y lo asimila todo. Claramente, aunque no lo veamos, estamos en el desierto.

Los contrastes son enormes y la sensación de aventura, constante. Nos hace felices este cachito de tercer mundo, se siente un poco como en casa, eso y los 20 grados que se extrañaban mucho. Mañana vamos a ver pirámides!


Rita Gonzalez Hesaynes

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