Mirá si seré ridícula que cuando pienso en irme a Méxino en junio, a León en agosto y a Tilcara en noviembre, no me preocupan ni la guita ni la escritura de trabajos ni el miedo a estar allá sola. Solamente pienso en dejar a los perros. Te juro, sé que no me creés pero es lo único que me preocupa. Y sé que se soluciona pensando simplemente que los perros no son míos sino de mi hijo y que él se hace cargo y hasta se enoja conmigo por meterme donde nadie me llama. Pero te lo cuento para poner de manifiesto lo mal que me anda a veces la cabeza y lo libre que estoy sientiéndome últimamente, tanto como para inventar excusas tan pedorras.
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