lunes, 18 de noviembre de 2019

Mis poemas inéditos en Revista Altazor (Chile)


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Altazor, revista electrónica de literatura, es un proyecto de la Fundación Vicente Huidobro que nace con la finalidad de difundir lo mejor de la poesía latinoamericana y universal. Pero también ser un punto de encuentro con los nuevos creadores en las diversas lenguas.


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SELECCIÓN PARA REVISTA ALTAZOR                  NOVIEMBRE 2019.

Paula Irupé Salmoiraghi


LAS INOCENTES

1.

“Debo matarte”, dijo el cazador
y Blancanieves
sintió en su garganta
el filo del odio materno.
“Debo matarte”, dijo
mientras la reina
preparaba la manzana envenenada
segura de la cobardía del hombre
cuya mano temblaba
alrededor del cuchillo.

“Debo matarte”, repitió alucinado.
Como esperando que de la espesura
surgieran de una vez los siete idiotas
que debían ahorrarle la decisión.
¿Quizás llegaran los pájaros?
¿O harían algo
los dulces conejos de orejas peluditas
que se asomaban
detrás de aquel tronco caído y luego huían?

¿Quién debía salvar a la inocente?

Si es verdad que la belleza
puede, en algún caso,
ser inocente.


2.

“Yo no soy bella”, se defendió la caída.
La que permanecía tumbada por el cazador
sobre las hojas secas al pie de un aromo
en medio del bosque deslumbrante.
“Yo no soy bella”, dijo la que tenía
el corazón como el corazón
de un joven jabalí.

“Yo no soy bella”, gritó, salvaje.

Y el espejo, que había creído
dejar atrás en el castillo,
le respondió en el eco:
“Sí, sí,
sí que los sos”.



3.

¿Por qué creerle
a una superficie pulida y recortada
contra un marco de oro repujado?

“Andá a cagar”, dijo la reina
y escupió
sobre la mueca grandilocuente
del cristal azogado que llevaba
días y meses destruyendo
su amor por Blancanieves.



4.

“¿No vas a perseguirme
disfrazada de pobre ancianita
hasta la casita del bosque?”,
preguntaba en sueños
la recién llegada y los enanos
se sentaban alrededor de la cama
para saber
cómo terminaba la historia.

“¿No vas a envenenar con tu rencor
y tus macabros conjuros
la manzana más roja y más carnosa
que puedas traer hasta mi ventana?”,
reclamaba dormida o
en delirio de vigilia que barre cuartos ajenos
la princesa alejada del odio maternal.

“Nadie ha preguntado hoy por vos”,
debía repetirle siete veces al día
cada uno de los siete enanos.
“Ninguna
vieja con manzanas, ninguna
reina de corazones, ninguna
maléfica hechicera, ninguna
bestia envidiosa con cuerpo de mujer madura”,
los enanos
huían a la mina para evitar la vigilancia continua
de la puerta y las ventanas vacías.


5.

“Me voy a casa de mamá”, le dijo un día
la bella al enano perezoso
que esa noche había dormido con ella.
“Los dejo a todos. Ya no tendrán
que recordar los turnos,
múltiplos siempre de siete,
en el orden de los días
que le corresponden a cada uno
para dormir entre mis piernas.
Me voy.
Si má no ha muerto
comeremos juntas la manzana,
destriparemos unos cuantos jabalíes,
quebraremos en siete pedazos el espejo
y nos cogeremos al unísono
al cagón del cazador.”






CIGÜEÑA


Me nombran y vienen
a sus cabecitas heteropatriacales
imágenes infantiles
de bebés traídos de París.

Me nombran y sólo piensan
en mi función reproductora
y en mi cuerpo emplumado
que esconde la unión sexuada
de los cuerpos transpirados
de mamá y papá.

Harta de los estereotipos
abro mis alas y mi pico.
Enfilo hacia la luna y miro
cómo cae la caricatura de bebito
en su pañal rosado o celestito.












NENÚFARES


Nenúfares,
nenúfares, había
nenúfares
en el estanque.

Flotaban
y se desplazan
unidos como rondas de gordas
lentas y dormidas.
No había apuro en la languidez
de las hojas traslúcidas al mediodía,
opacas al atardecer.

“Nenúfares”, repetían los niños
que se acercaban al estanque
cuando las niñas
decían:
“Nenúfares” y se quedaban
balanceando sus piernitas rechonchas
dentro del agua verde.

“Nenúfares”, entonaban como si dijesen
“Duérmete niño” o
“Estaba la blanca paloma”.

“Nenúfares”, comenzó a decir
el eco entre las ramas.
Nenúfares.
Nenúfares.
Nenú
fares.
Fue la palabra por el aire y volvió.
Entró de un modo nuevo
en la boca de las niñas,
de las cuatro niñas tontas
que no se levantaban del estanque,
que abrieron muy grande la boca
y volvieron a decir:
“Nenúfares” y era
la primera, la única vez
que lo decían.





Paula Irupé Salmoiraghi. Nació en Buenos Aires en 1969. Estudió el traductorado de francés y el profesorado en Lengua y literatura. Trabaja como docente e investigadora cervantista en Letras, UBA. Ha publicado Mi tren monoplaza (Del Dock, 2010) y El cajón de las manzanas podridas (Baltasara Editora, 2016). Escribe reseñas de ciencia-ficción para Revista Próxima y construye sus blogs Lunes por la madrugada, Paula Poeta, Dígame licenciada y Pórtico CF.

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