domingo, 10 de noviembre de 2019

Gitana

La figura clásica, la que de nena era mi ideal de disfraz, la que parecía libre, sucia, llena de pulseras y tobilleras, la que bailaba, la que sabía, la que mentía, la que usaba faldas de colores y lunares, la desprolija.

La que mi mamá usaba como insulto, "no sos una gitana, no podés tener a tu hijo así en la plaza", la que estaba en la cara de mi tía y fue operada a fuerza de limar mentón (versión poco fiable de narradora lombrociana), la que definía identidad de bisabuela perdida (la misma bisabuela que yo digo que era guapurú), la escapada de no se sabe dónde, la migrante, la nómade, la innombrada.

Preciosa, la de Cervantes y la de Lorca, que que viene tocando su luna de pergamino, la que es símbolo y esencia de la poesía misma, la gitanilla que inspira a les poetas.

Pienso en todas ellas cuando escucho en el auto mi cd enorme de Lorca cantado por tantos intérpretes, cuando voy a mis clases de flamenco en Morón con Marcos, de cante en Once con Claudia, de cajón con Pájarito en Beiró.

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