domingo, 11 de agosto de 2019

Ya quiero mi Vikinga bonsái


Ana Ojeda
Es conocida la anécdota que llevó una novela intitulada "La vida puerca" a adquirir su identidad definitiva como "El juguete rabioso", gracias a las sabias palabras de don Ricardo, el pariente de Mercedes.
Algo similar le sucedió a mi novelita "Pues pues" hace un par de semanas cuando topó con el ímpetu onomástico de Claudia Ramón, que la bautizó sin más "Vikinga Bonsái", que es el título con el cual va a salir por Eterna Cadencia en septiembre, gracias a las dedicadas y cuidadosas labores de Leonora Djament y Virginia Inés Ruano, con quienes fue un placer trabajar.
“Vikinga Bonsái” arranca con un grupo de amigas que se juntan a cenar. En eso estan, cuando un evento inesperado las obliga a un severo cambio de planes.
Yo digo que es una novela, aunque hay quienes lo han puesto en duda, tal vez porque vapulea un poco el género, insiste en el desborde general de todo tipo y al mismo tiempo, incluye fragmentos inesperados, intertextualidades escandalosas, citas fraguadas: largo etcétera.
Es también una reflexión acerca del tiempo por venir, o sea, del futuro (¿qué es el futuro?) y de los vínculos que nos construimos para atravesar los días a salvo de tormentas y maremotos, en una pequeña playa propia que construimos con quienes tenemos cerca.
Las problemáticas que rodean o informan la maternidad, la amistad, la sororidad, el amor, el sexo se alternan, sobreimprimen e intercambian a medida que la historia avanza, suma personajes y situaciones desesperadas o disparatadas, según la celebre fórmula rioplatense de “río para no llorar”. Es una novela que avanza a paso veloz porque su trama está sumida en una temporalidad tironeada hacia muchos lados al mismo tiempo, en rabiosa simultaneidad. Una temporalidad como la que se vive hoy en cualquier gran urbe.
"Vikinga Bonsái" es exuberante proliferación irrequieta, pero sobre todo, es una manera divertida de contar algo un poco medio terrible. Estrategia que, para mí, constituye la médula misma del ser rioplatense. Que esté escrita en lenguaje inclusivo es mero detalle.
En fin: el cielo con las manos. Ojalá disfruten al leer tanto como yo al escribir.
PS: el bróccoli es –como se sabe– en honor a la Fanti 

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