martes, 13 de marzo de 2018

La tragedia es un atajo a la muerte


Dice en feis Valeria Cervero
12 horas
Cuando más de una vez leo ciertas afirmaciones sobre la poesía "argentina", me pregunto cómo se hace para que decenas de poetas que considero valiosos sean conocidos como se merecen. Sobre todo muchos que viven lejos de esta ciudad. Bastante de lo que hago con respecto a la difusión de poesía tiene que ver con eso. Y sé que el hacer de otros poetas también va en ese sentido. Pero al parecer siempre hace falta más.
Pensando en estas cosas, hoy quiero traerles algunos poemas de un libro de la comodorense Luciana Tani Mellado que estuve releyendo. Tani es mi amiga, pero también es una poeta a la que admiro. Y este libro, El agua que tiembla (Ediciones del Dock, 2012), es uno de esos textos preciosos que tal vez muchos todavía desconocen. Los dejo con varios de sus poemas.
(Quizá me tome la costumbre de hacer lo mismo con otros autores de acá en adelante).
.................................
I
Las hojas del álamo trinan
como pájaros de piedra
en la costa del río.
El mejor pirata es un ahogado
o un niño desnudo
cubierto de musgos.
¿Besaste a un pirata?
Cuando bajé a la espesura
parecía la muerte
esa quietud
pero era un sueño nomás,
el de la siesta y el calor
que me aplastaba.
El aire es agua que respira
cuando el viento silba
en las cicatrices
de los árboles.
No pienso palabras en la altura
pero un pirata tiene
un nombre bello.
Cecilio, Lauro, Julien.
Un pirata vive extraviado
hasta que descubre
un milagro de los peces.
¿Viste un pirata de cerca?
¿Sus ojos?
Grandes y océanicos,
a veces pastosos
por las algas.
¿Y los barcos?
Parecen las alas
de un animal líquido
que se incendia
en el viento.
Tiemblan los verdes
en el aire.
....................
II
El frío se amarraba a Lauro
como un siamés pesado
y transparente.
En la inclemencia recordaba
la hechura del origen,
la cicatriz que roía
otra intemperie.
La infancia le crecía
desde adentro.
Latía.
Cuando cortó las aguas
escuchó el embrión de un eclipse
abriéndose el pecho.
El viaje agrietaba la luz
hasta hallarla.
Un niño también puede
ahogar su carne
en el olvido.
..........................
V
Me recordarás pronto
como si todo volviera
de un modo distinto,
con tus pasos pequeños
escapando hacia adentro.
Y serás entonces el que huye
en el mar
hacia otros gestos
que te aten a una quietud
cualquiera.
También la tierra será tu reino
aunque el recuerdo horade
la raíz de tu nombre.
¿De quién será tu nombre?
¿Quién dirá tu nombre?
¿Quién lo escuchará?
El milagro no es que vuelvas.
Invisible.
..........................
VIII
La mala mar se entona tierra adentro
donde la infancia roe
el hueso largo del miedo.
La tragedia es un atajo de la muerte.
Después vuelve la vida
y la supervivencia.
Sentado a estribor,
Julien descansa.
En la oscuridad empinada
de la cubierta
las manchas de los aparejos
se mueven
como huérfanos
o plegarias.
Julien, hermano,
si supiéramos rezar
¿qué hubiéramos pedido,
y a quién, hermano,
a quién?
...............................
VII
¿Despertaste Cecilio?
El viento apalea la nave
con violencia.
¿Estás soñando?
Se derrumba el aire
sobre el mar
y el alba cae en sangre
degollada.
Hace calor.
Una cal invisible
quema la borda.
Se escucha el desgarro
de las velas,
las nervaduras rotas
de sus alas.
¿Qué frágil amor nos crece
en las tormentas?
............................
X
Las aguas tintinean debajo del casco
como semillas de metal
en un tamiz severo.
Que te echaran por la borda
no fue suficiente.
Un extranjero sin madre
no tiene lengua
donde morir.
..................................
XII
¿Hacia adónde en tus ojos
caminaba la suerte?
Como un tuerto fuiste
entre nosotros,
Cecilio.
Como la luz que hiere
en la borrasca
y nos despierta el miedo
a ser ahogados.
Un muerto de agua
también se va
desnudo.
......................................
Libros de poesía de Luciana Mellado: Las niñas del espejo (2006), Crujir el habla (2008), Aquí no vive nadie (El suri porfiado, 2010), El agua que tiembla (Ediciones del Dock, 2012), Animales pequeños (La carta de Oliver, 2014).

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