viernes, 5 de enero de 2018

Enflamencada: Éxodo a la fábrica y segunda clase

Después de mi primera y deslumbradora clase de flamenco, salí corriendo por San Miguel en busca de los zapataos que me permitieran adoptar la postura adecuada (bajar el esternón, alinear el coxis, flexionar las rodillas, crear efecto de cintura finita elevando el pecho y bajando las caderas (parece imposible pero sólo casi) mientras los brazos se despegan del cuerpo con efecto "recién depilada" (de las manos ni hablar)) y zapatear con sonido piola.
En un lugar me pedían 2.300 pesos por un modelo único, de taco muy alto para mí y número 38 que me quedaba pero con dudas. En otro lugar el único modelo era "de español" que no es lo mismo y tampoco era mi número. Me hubieran tentado con los 1300 pesos pero era en efectivo y el 38 me quedaba definitivamente bailando.
Le mandé wasá a la Sil pidiendo socorro y consejo y a la Ale y a la Noe que también bailan y mi profe creó grupo para pedir direcciones donde comprar. Investigué por interné. Resultado: Los mejores son los de la fábrica Britto que queda en Villa Ballester pero está cerrada hasta el 16 de enero. Y todas tratando de que espere hasta esa fecha. Y Sil diciéndome que ella bailó todo el primer año con sus zapatos de 15 atados con un elástico. Y yo sin animarme a decirle por mensajito (está en la costa de vacaciones) que ya entendí lo del sacrificio ritual cuando mi profe me explicó que la actitud de los brazos es en flamenco es como si el aire fuese denso y costada empujarlo (no hace falta exagerar con lo de los zapatos de quince que están mucho más lejos que los de Silvana que tiene 13 años menos que yo y empezó a bailar hace 12 años, hacé vos las cuentas).
La cosa es que seguí jodiendo por mercado libre y nada y no va que encuentro una página donde dice que en el Espacio Cultural La huella tienen dos días en que venden los zapatos de Brito. Llamo por teléfono. Me dicen que equivocado y que La huella cierra todo enero. Me resulta raro pero pienso que debe haberme atendido un vecino de la huella gedido de que se equivoquen de número. Llamo a otro número que había en la misma página. Me atiende una mina que, cuando pregunto por La huella, me increpa (imaginen el efecto sobre mi sensación de culpa por estar jodiendo tanto): "¿Vos llamaste recién al otro número?" Me pescaron dije yo, pero acepté la culpa y ahí todo mejoró. Mónica, la que me atendió, me explica que esos números son de la fábrica, que La huella no tiene teléfono, que ambas están cerradas pero que si quiero ella me puede recibir y mostrar y hacer probar y cobrar con tarjeta los zapatos que quedaron de la temporada pasada. Me dice que hay mi número por lo menos en tres modelos en cuero negro. Juro que voy al día siguiente (ayer) a las 10. 30 de la mañana.
Salgo a las 9 de mi casa con recorrido armado vía interné: tren San Martín hasta Hurlingam y ahí el único 237 que me deja a una cuadra. Todo genial hasta que subo al 237 y el chofercito, divino, me dice que no le suena la esquina de 9 de julio y 26 de julio en Villa Ballester. Me siento y miro mi agenda, claro, si esas dos calles son paralelas. Me aguanto en el asiento mientras veo recorrido conocido por Marquez y eso. Cuando dobla a la ezquierda en vez de mi imagen de que era para la derecha y no agarra ninguna 9 de julio y empieza a girar por mil callecitas tipo 371 de Obligado, me paro y le pregunto. Agradezco tanto al multiverso por los choferes con onda. Me dice que falta y que él me avisa. Me siento adelante y le cuento que busco tal calle, esquina tanto. Me dice faltan cuatro cuadras, miramos juntes la altura. Agradezco, me bajo. Pregunto dos veces más hasta hacer la cuadra que me separa de la fábrica (que es una casa en una esquina).
Adentro encuentro a Mönica y el paraíso. Me pruebo dos modelos negros uno más divino que el otro. Pero los ojos se me van por los estantes de colores. Me animo a preguntar si son más caros o se hacen solo por encargo. Me dice que los negros valen 2750 y me da para pobrar otros que van de los 2900 a los 3100. Por esa diferencia y con números 37 en todos soy muy feliz: Unos de gamuza a lunares, otros combinados con cuero violeta, otros abotinados todos estampados, unos negros con recorte de sandalia, los animal print ni los miré, otros negros pero con tacón de madera y los míos, ahí, listos, rojos, con dos precillas floreadas, divinos, compitiendo con los violetas, ganándole a los de lunares porque dice Moni que la gamuza es más difícil de cuidar, confiando que los negros los voy a conseguir quizás para la muestra de fin de año cuando haya que combinar con faldas y zapatos de otras.
Y así fue: Fetichismo de bondi:



A la noche tuve mi segunda clase: Costó ponérmelos a las 7 de la tarde después del día de pileta y en patas. Costó quedarse ahí arriba durante una hora de clase. Pero hasta me animé a mirarme al espejo (odi-aba (tiempo pasado) las salas de gimnasios y danzas todas espejadas) y repetí los zapateos de la primera clase y me enseñó los dos pasos iniciales de las sevillanas (no me acuerdo los nombres) que me salieron tipo robot y sin música pero me llenaron de excusas para ponerme los pepés nuevos todos los días y practicar.

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