domingo, 3 de septiembre de 2017

New weird

HER FINGERS, DE TAMARA ROMERO. UNA NOVELA NEW WEIRD

El New Weird, un subgénero polémico

El new weird es una corriente peculiar dentro de la literatura fantástica. Como todos los subgéneros (afortunadamente, en mi opinión), resulta casi imposible adjudicarle una definición estanca que permita clasificar clasificar, sin lugar a dudas, un relato determinado dentro de esa categoría. Tal y como yo lo entiendo, el concepto de género (añadidle los subs- que queráis) sirve para poco más que para agrupar un conjunto de inquietudes estéticas, temáticas o formales  que, de forma más o menos explícita, o incluso más o menos consciente por parte del autor, ayudan a interpretar una obra concreta en el contexto de otras con las que comparte ese algo a partir del cual se define la etiqueta. Estoy de acuerdo con China Miéville, uno de los autores insignia del new weird, cuando hablando del concepto de género afirma que “una etiqueta no es más que una herramienta, y solo es útil en la medida que hace posible el debate y facilita la comprensión”. Una adhesión acrítica de la propia obra a una serie de valores de este tipo es tanto más negativa cuanto más seriamente se la tome el escritor y a nadie ayuda tanto como a los encargados de las estanterías de las librerías o a sus algoritmos de recomendaciones. Eso quiere decir que el concepto de género/subgénero no está desprovisto de significado, pero una utilización dogmática de sus parámetros conlleva, entre otros, el peligro del estancamiento de la imaginación y el conservadurismo tan frecuente en la literatura fantástica más mainstream.
The Etched City
Al new weird (no me consta que exista una traducción consensuada de la etiqueta y rechazo con horror la traducción literal “nuevo extraño”. Antes me quedaría con el “nuevo chungo” propuesto solo medio en broma en los círculos tuiteros que frecuento) se le ha acusado, precisamente, de cierta indefinición de sus características y de atribuirse unas particularidades que ni ha inventado ni son exclusivas suyas. Incluso su origen, que según los defensores de la etiqueta se remonta a autores pulp como H.P. Lovecraft o Clark Ashton Smith como precursores y tuvo como padrino aMichael Moorcock con su revista New Worlds como plataforma a través de la cual se consolidaron sus valores estéticos, ha sido puesto en duda por sus detractores. En su momento, las dudas de M. John Harrison, un autor frecuentemente considerado New Weird, dieron pie a un gran debate:
“El New Weird. ¿Quién lo escribe? ¿Qué es? ¿Existe de verdad? ¿Es siquiera nuevo? ¿Es, como sugieren algunos, no solo un eslogan mejor que “La Nueva Ola” sino algo incalculablemente más divertido de escribir? ¿No sería mejor referirnos a él como Surtido Variado?”
M. John Harrison, 29 de abril de 2003
 Mientras que Tim Maughan lo descartaba de un contundente plumazo en un artículo reciente:
 “El único problema que tiene el Weird es que nadie sabe qué cojones es en realidad, aparte, tal vez, de un puñado de escritores y críticos que no quieren que sus colegas más literarios piensen que les gusta la ci-fi.”
-Tim Maughan, 12 de diciembre de 2012
 ¿Qué es el New Weird, entonces, para sus principales defensores? En la introducción a la antología The New Weird, coeditada por Jeff y Ann Vandermeer, se propone la siguiente definición:
 “Un tipo de ficción urbana, situada en un mundo secundaria, que subvierte los escenarios idealizados habituales en la fantasía tradicional, especialmente eligiendo modelos realistas y complejos basados en el mundo real como puntos de partida para la creación de escenarios que pueden combinar elementos característicos tanto de la ciencia ficción como de la fantasía”.
– The New Weird, Tachyon Publications, 2008
 Antes, Steph Swainston, autora de The Year of the War (El Año de Nuestra Guerra, Bibliopolis 2004), considerado uno de los textos centrales del New Weird, trató de responder a Harrison refiriéndose a este subgénero como un “avance maravilloso de la fantasía literaria”, al que describió com “vívido”, “inteligente”, “ecléctico”, “laico y con fuertes connotaciones políticas”. Más importante, afirmó que:
 “Su tema principal es el detalle. Los destalles brillan como joyas, son alucinatorios, descritos meticulosamente… son estos detalles… los que hacen que los mundos del New Weird se parezcan tanto a los nuestros, que sean tan reconocibles y estén tan bien descritos. Es visual, y cada escena está empaquetada con detalles barrocos”
– Steph Swainston, 29 de abril de 2003
pseCiertamente, como definiciones son algo vagas pero si pienso en las pocas obras fundacionales delNew Weird que he leído, como Perdido Street Station (La Estación de la Calle Perdido, La Factoría de Ideas 2000) de China MiévilleThe Etched City (La Ciudad del Grabado, Bibliopolis 2003) de K.J. Bishop, o la ya mencionada antología The New Weird, me caben pocas dudas de que todas ellas comparten una estética barroca y unos valores comunes que se reflejan en varios niveles, tanto en los excesos del texto como en lo retorcido de sus personajes y en unos esfuerzos por distorsionar escenarios y situaciones que pueden llegar a desplazar la trama como elemento principal de la narración. Si algo une a los autores que declaran (y suelen ser activistas al respecto) su adhesión al New Weird es su gusto por lo grotesco, la provocación y su voluntad de demoler (quizás ignorar sea más adecuado) las barreras entre los géneros y provocar una reflexión o reacción política. Tal vez no sea nuevo; tal vez no sea más extraño que multitud de otras obras anteriores o paralelas; tal vez sea una etiqueta innecesaria (¿más que otras? ¿Más que ciberpunk? ¿Space opera? ¿¡Género Z!?) y que se atribuye con tanta pose como arrogancia unos méritos cuya invención no le corresponden. Es difícil, sin embargo, discutir que detrás del New Weird existe un movimiento real con una tradición suficientemente amplia como para reunir a su alrededor a una serie de autores de imaginación fértil que están produciendo, en respuesta al adocenamiento del género fantástico más comercial, un conjunto de obras a las que sería un error no prestar atención. Una de las últimas adiciones a este grupo es la barcelonesa Tamara Romero con su primera novela:Her Fingers.

Reseña de Her Fingers, de Tamara Romero

Her FingersCon sesenta páginas escasas, Her Fingers tensa al máximo los límites que le impone su brevedad al empaquetar densamente una cantidad de ideas que son un homenaje a la imaginación fértil de su autora. Esta riqueza imaginativa es a la vez la mayor virtud y el principal problema del texto, que solo gracias a su enfoque no lineal de la construcción del mundo, al ritmo de la narración y a su voluntad de crítica social evita ahogarse en la superficialidad. En las páginas repletas de metáforas de Her Fingers puede encontrarse una crítica a la lucha entre sexos, una descripción de la destrucción de la personalidad que pueden provocar las drogas, una denuncia del control del individuo por parte del estado y una advertencia del peligro de las etiquetas cuando se dan por sentado y llevan a renunciar al control de la propia vida. Aunque la extensión del libro impide que la historia profundice en todos los temas que apunta, tal vez excesivos en número, Romero consigue utilizar lo extraño como una cámara de resonancia que evoca situaciones propias de nuestro mundo y aumenta el calado del texto sin necesidad de entrar en detalles, como por ejemplo esos adolescentes de la novela que se injertan implantes biónicos como forma de rebelión contra sus padres que, a su vez, les pagan tatuajes en un intento inane de satisfacer sus ansias de transgresión. Aunque algunos de los pasajes de Her Fingers pueden ser leídos como una declaración de principios del propio New Weird o de amor hacia lo extraño por lo extraño, ningún elemento de la narración es gratuito y todos cumplen alguna función que sirve a una historia que sabe a pesadilla y acaba como un despertar arrebatador.
 Me gustaría leer un libro de Tamara Romero en el que pudiera dedicar más espacio a desarrollar sus ideas, sus premisas y sus personajes. Her Fingers funciona perfectamente porque su autora sabe convertir su brevedad en virtud y soluciona con atajos la justificación del mundo que ha construido. No tengo quejas sobre lo que el cuento incluye, pero me queda el anhelo de leer todo lo que deja fuera. Una curiosidad del libro es que Tamara Romero lo escribió en español y luego lo tradujo al inglés (una de las recomendaciones para escritores noveles, por cierto, de Pedro Román). A eso le atribuyo, quizás, la tendencia a repetir determinadas estructuras sintácticas (“I…“, “I…“, “I…“) que interfieren ligeramente con el flujo de la prosa, pero es un problema muy menor que puede estar más en el eye of the beholder que en el texto en si mismo.
 Una historia muy recomendable y una nueva autora de la que estar pendiente.
[Le agradezco a Tamara Romero su amabilidad al enviarme una copia de cortesía de su novela para reseñarla]

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