Siempre tuve una percepción fantástica de la realidad (a veces hasta maravillosa): Creo en hadas, en duendes, en animales y plantas que hablan; me caigo como Alicia en cada borde de cama, en cada alfombra, en cada escalón, el tiempo es de chicle o un pedo en un canasto, mi noción de individuo es inestable y vacilante. ¿Cómo no amar los cuentos de Silvina Ocampo y las leyendas de todos los pueblos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario