domingo, 2 de octubre de 2016

La maternidad tiene fecha de vencimiento

Va este post a mí misma para dejar de andar llorando por ahí con el fin de mi rol materno centralizado y mis hijes que ya no me giran alrededor como solían. Me levanté pensando en mi familia de origen, cosas malas por supuesto, y, dos horas después de dar alegres vueltas rencorosas en la cama, se me ocurrió esto:
Tuve muchas oportunidades en los últimos años de ser la matrona de mi grupo. Las rechacé todas. No es lo que quiero, siempre lo supe aunque mariconee cuando pierdo terreno. Elegí tener hijos muy joven no porque ese fuera mi único destino sino porque necesitaba tiempo para cumplir ese, tan deseado, y otros destinos, tan deseados también. Pude hacerme cargo de los asados domingueros y de la casa originaria cuando mi mamá murió (2007): huí de ese lugar como de la lepra. Pude hacerme cargo de mi papá que envejecía y ya no podía vivir solo y mudarme con él pero me pareció un abismo que mis hijes adolescentes y yo no podíamos atravesar. Pude aceptar que mi hijo mayor y su primera novia con su bebé de un año se mudaran a mi casa pero les dije que mejor construir su intimidad en otro espacio y le saqué el cuerpo a la abuelitud de tiempo completo que es una reparación de la maternidad vencida. Pude hacerme cargo de la vida de mi hermana menor y de su hijita cuando me pedían a gritos y a puteadas que cuidara de una y soportara la locura de la otra, pero dije que no, que ser tía no es ser madre y que todo bien pero estoy ocupada en mi propia vida.
¿No es genial mi conclusión de domingo?¡YA NO DESEO SER MADRE!!!! Y eso que no estoy anotando las dos veces que el papá de mis hijes me propuso tener el cuarto: en 2002 cuando teníamos 33 años y en 2014 cuando teníamos 45, lo que hubiera prolongado monstruosamente el tiempo de materno-dependencia.
Sí anoto todas las formas geniales, nuevas y creativas en las que quiero aprender a ser madre de tres personas que no babean ni se cagan encima ni tengo que mirar para cruzar la calle ni van al colegio ni siquiera me avisan a dónde van, pero me sorprenden, me aman y disfrutan estar conmigo (a veces). Je.

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