A veces me desespero, me angustio tanto: porque gente a la que he querido mucho tiene una vida de mierda, porque me siento menos querida de lo que creo merecer, porque no soy el centro de todos los universos en los que giro. Al rato algo se acomoda, sobre todo con mis hijos e hija que me defraudan sólo por unas horas y después me explican cómo es la verdá de la milanesa. (Y con las vidas de los irremediables mejor ni meterme)
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