sábado, 20 de agosto de 2016

Ciclo Vodevil de Lamás Médula

Claudia Giménez / Diana Bellessi y Alberto Szpunberg
Por Jotaele Andrade.
Una crónica que nos transporta y nos permite espiar la noche del sábado 6 de agosto en el Ciclo Vodevil de Lamás Médula, organizado por Julieta Desmarás y Miguel Martínez Naón.

1

La luz en la puerta de entrada permite ver a las cuatro o cinco personas que se encuentran dentro del Tano Cabrón, un precioso reducto cultural, vieja casa chorizo que dividida en dos da entrada y patio -éste dividido a su vez en dos, uno que es una especie de hall techado y otro por donde se extiende el cielo nocturno rielado por el celaje y las luces de la ciudad y que culmina en los baños- y horizontalmente la edificación donde está el bar, el escenario, al fondo de éste, más atrás el camarín, más atrás una oficina, y finalmente la cocina.
En el patio techado hay una mesa que los libros de la editorial Lamas MédulaVela al viento comparten.
Por las puertas abiertas del Tano Cabrón la noche, las luces y la mirada se aúnan para ingresar al bar y ver, por un lado la barra y alguna mesa y por el otro, apenas una que otra mesa ocupada. Pero casi no hay nadie. Y es la hora pautada.

2

Fernando Kabusaki asoma su rostro bonachón por el marco de la puerta y luego entra portando guitarra y bafle. Pregunta dónde es el camarín. Ingresa y ve que ya hay mochilas, instrumentos, ropa, cables desperdigados por el lugar. Pregunta ¿dónde están los demás?
Abre la puerta que da al escenario y puede ver la figura de Samalea, en trance, inundada de un rojo furioso, con los ojos cerrados estirando el fuelle de un bandoneón haciendo una corriente de notas por donde la voz de Marina Fages, a quien desde donde está parado no alcanza ver, pasa frugal y pequeña, pajareándose:
– Uh, ya están probando, dice.
Cierra la puerta y silencia la atmósfera.

3

En el patio, bajo una sombrilla que publicita la cerveza Brahma, la cabellera blanca de Diana Bellessi se extiende hacia atrás como si fuese la bandera de un viento secreto y personal que adelantara así, hacia el aire de los otros, los tajos celestes de sus ojos. La mesa es ruidosa y concurrida. En el cenicero de cerámica ya se amontonan los finos filtros de los cigarrillos Virginia Slims. Se habla del río, de casas, de cocinas. Y se ríe mucho. Y fuerte.

4

Las mesas comienzan a ser ocupadas sin pausa. Alberto Szpunberg pasa; como una luz con bastón, pienso, lo suficientemente despacio para que podamos verla en tanto luz, me digo, antes de abrazarlo.
Mientras va a sentarse, con Miguel Martínez Naón decimos que sucede ante nuestros ojos la unión cabal de hombre y poeta. Casi no pasa que el material hombre, que el material poeta estén tan íntimamente ligados que nos resulte imposible la diversificación de uno y otro.
La mesa en que se sienta es un peregrinar de libros, abrazos, presentaciones, saludos efusivos.

Claudia Giménez / Diana Bellessi y Alberto Szpunberg

5

En la pantalla, que es al mismo tiempo el fondo del escenario, pasan fotos, tapas de libros. Un título se recorta entre todos: Astiz. Puedo verlo por sobre la cabeza de Alberto Szpunberg que se encuentra a mi lado.
Pienso si lo habrá visto, si sabrá que existe un título con ese nombre, que quizás no lo sabe y lo paradojal que así fuera: Astiz otra vez haciendo su oscura tarea.

6

En una parte del pasillo que se abre entre las mesas coinciden Ture Salvatore, Julieta Desmarás y Miguel Martínez Naón. El rojo del saco de ella contrasta con el negro de ambos. Se habla de semana movidita, de estar desde muy temprano ese día. Se dan las gracias, se sonríen, se abrazan.
Juan Terranova no ha llegado todavía. O no lo hemos reconocido pues el bar está lleno adentro y afuera, en el patio donde se fuma, se habla de poesía, de Szpunberg. Adentro, también.

7

Las luces caen sobre el escenario; tres canciones hipnóticas, sutiles y preciosas arrancan la noche que dentro del bar es penumbra apenas anunciada.
Los músicos bajan. Y Julieta Desmarás presenta a Diana Bellessi. Miguel Martínez Naón hace lo mismo con Alberto Szpunberg. Todo es íntimo, de entre casa, amoroso.

8

Diana Bellessi se mueve, nadando, en el ritmo poético de sus últimos poemas. Cuenta que es un regreso a Zavalla, después de mucho tiempo. Pero notamos que no es cualquier regreso; un yo poético toma notas de sus recuerdos y aprende que “es un golpe la bienvenida a casa”. Un bullicio de animales y mujeres y hombres de otros tiempos sobrevuelan y ya levantan vuelo, ya escardan en la tierra, ya pronto vuelven a habitar el silencio de la palabra que los nombra cuando el bar repleto aplaude a rabiar el final de su lectura.

9

El Szpunberazo

A)

“Al principio extrañas todo en el exilio. Después extrañás lo que hiciste en el exilio”, dice el hombre que ha escrito un libro que se llama Luces que a lo lejos. Nos preguntamos, nos decimos, comentamos que en estos años y este último tiempo ha sucedido un acto de justicia poética y es la asiduidad de Alberto en los recitales de poesía, en las columnas periodísticas, en las editoriales y librerías. Es cierto, le tocó una época multitudinaria de versos. Le tocaron contemporáneos compañeros de lucha asesinados, desaparecidos, Urondo, Bustos, Conti, Walsh, tantos. Le tocó un contemporáneo vivo importantísimo: Gelman.
Quizás por eso o por ahí puede rastrearse el por qué se nos tardó tanto en llegarnos la luz de Szpunberg. Y porque siempre, para empobrecer nomás, se elije una figura señera. Le tocó a Juan. Detrás pusieron a todos. Pienso. Pensamos.

B)

“Había una película que se llamaba Donde mueren las palabras que trata de la relación entre Chopin y su maestro. Y al final cae una gota de sangre sobre el piano, el maestro Chopin era tuberculoso. ¡Ahhh, qué momento ese!” acota, el Poeta, entusiasmado.
Una gota de sangre en primer plano, vista en el cine de Las diez esquinas, que vuelve a su memoria, rodeado por todos nosotros, por quienes lo abrazan y lo escuchan y contestan a su afabilidad o se anotan para hacerle de comer un martes o jueves para agasajarlo.
Lo simbólico siempre se presenta, pienso. Una gota de sangre vuelta a ver ahora. Y también vista por verdugos, de compañeros, poetas, camaradas, amigos, amigas, compañeras en el tiempo de la tortura.
“Haroldo era un tipo hermoso. Para mí, la definición de eso que llamamos compañero”
“Las desapariciones: esta realidad nunca vista y siempre presente”, comenta antes o durante o mientras lee en el escenario donde su propia luz es un sonido que rasga la penumbra del bar diciendo “en sus manos el saludo es un pájaro asustado

Claudia Giménez / Fernando Samalea, Marina Fages y Fernando Kabusacki

C)

Su voz se pierde por momentos como si se mimetizara con los poemas del libro inédito La habitante del Cometa 67/P, como si la voz, al leerlos, tomara la trayectoria del cometa. Diana le acomoda el micrófono y otra vez oímos al cometa Churyumov – Gerasimenko y su cola que “se extingue cuanto antes, 
finísimo el fuego del horizonte que se apaga.
En fila ante la fosa algunos derrotados alcanzan a mirar el cielo 
deslumbrados por un reguero de luz urgida por la noche.
Nada más que nada en la misma eternidad de los que van a morir y aún se sorprenden” 
El bastón que descansa entre sus piernas tiene agujeros en la base inferior. Pienso en una flauta y que el hombre que lee es un aire luminoso que camina y la pulsa y se da para sí y para nosotros la poesía de existir.

D)

“Ahora quiero viajar a Barcelona. Allá están mis hijas. Mi nieta. Las extraño. Si me autoriza el doctor, viajo. Si no me autoriza, también”
¿Son siempre incalculables los regresos?” ha leído hace un rato.
“Quién no se mueve no sabe que está encadenado” Rosa de Luxemburgo.
Es el epígrafe que da inicio al libro La habitante del cometa 67/P

10

1)

Cerrando la noche. Juan Terranova standapea un cuento suyo sobre mujeres corpulentas y luego vuelven a rockearla Samalea, Kabusaki, Marina Fages.
El bar se va despoblando. La última resistencia es en el patio, las voces entrecruzan a Vallejo con Westphalen, a Lorca con Tata Cedrón, a Sarraute con el centenario Alberto Ponzo, Barcelona y París, la amistad de Alberto con César Calvo, libros de Vanasco y política.

2)

“El ambiente entre los poetas acá está un poco desinflado. La asamblea permanente está un poco lejos” dice Szpunberg y agrega, “Es un viejo proyecto, ese, que tiene que ver más con el anarquismo que con otra cosa. Pero no hay propuestas en ese sentido. Es un tiempo en que hay que ir a lo concreto y mediato: están los ricos y los pobres. Pero armar un gran frente nacional y popular. Es lo único que nos puede salvar”
Y sonríe, suave y tímidamente.

3)

La noche deja copas y botellas vacías. El poeta Víctor Cuello exhibe a Juan Uva, un títere de mano. Todos nos desovillamos hasta el niño que hemos sido.

4)

Alberto se levanta lento y todos salimos. La madrugada del abasto huele a celajes automotrices, a humedad. “Para allá vamos”, dice Alberto, y abre ambos brazos.
Ese es el acorde final de una noche irrepetible.


Jotaele Andrade

Jotaele Andrade

Colaborador
Poeta. Nacido en La Plata. 1974. Le han publicado siete libros entre 2012 y 2016. Coordina el Festival y Acampada poética de la Ciudad de Azul.  Coordina el Taller de literatura de La Coop.



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