A veces, cuando algo me indigna o alguien me defrauda, me siento culpable o pienso que decidí apresuradamente, que tal vez me equivoqué. Después veo la misma foto de la misma lámpara en el mismo lugar todos los días y recuerdo cómo me aburre lo aburrido y la construcción de lo poético como geografía inamovible y llena de puntillas. Después leo las falsedades que se dicen bajo miradas igualmente falsas que las voces falsas y sé que yo no podría respirar esa pegajosidad ni medio segundo.
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