Rita escribió el epílogo de El psicólogo de dios. Abajo podrán leerlo. Lo presentamos el 6 de abril, en Museo de la lengua, 19 horas, puntual, junto a Pormenores, de Leandro Surce y Venus en acuario, de Clau Sobico.
Victor Hugo Victor Hugo enPresentación Libros: El Psicólogo de Dios - Venus en Acuario - Pormenores
Y seguimos palpitando esta triple presentación que ya está casi casi a la vuelta de la esquina del tiempo.
Dejamos a continuación, como para espiar un poquito por el refulgente ojo de una cerradura, el epílogo de este hermoso libro de Jotaele Andrade titulado EL PSICÓLOGO DE DIOS.
Epílogo a "El psicólogo de Dios", por Rita González Hesaynes:
Las tres piezas que integran "El psicólogo de Dios" ocultan, bajo la apariencia del poema largo –una rareza en nuestros tiempos de brevedad forzosa– formas mixtas de ensayo y de una autobiografía artística que no intenta ser fidedigna, pero sí verdadera.
A estos poemas los protagoniza un yo misterioso, que no se conoce realmente a sí mismo, pero que logra vislumbrar ese conocimiento durante el transcurso de la obra, contra toda obediencia, como si al hacerlo estuviera cometiendo un delito, una repetición del pecado original. A pesar de todos sus intentos, se revela incapaz de resistir ese impulso rebelde, aunque lo que obtenga sea una certeza amarga o ininteligible.
La intuición postromántica de Jotaele se actualiza en un mundo
que se parece al nuestro, donde la inmensa pericia técnica contrasta vivamente con la pequeñez de las esperanzas y la marcha cotidiana de sus personajes. Todo el tiempo se le manifiesta lo sublime que, lejos de cumplir un anhelo profundo, y sin solemnidad alguna, aparece como un elemento disparatado e incómodo que irrumpe y corroe la continuidad de una vida que se pretende normal. Hay vetas del absurdo de Kafka entre sus líneas, pero también de la ácida desmesura de Quevedo.
que se parece al nuestro, donde la inmensa pericia técnica contrasta vivamente con la pequeñez de las esperanzas y la marcha cotidiana de sus personajes. Todo el tiempo se le manifiesta lo sublime que, lejos de cumplir un anhelo profundo, y sin solemnidad alguna, aparece como un elemento disparatado e incómodo que irrumpe y corroe la continuidad de una vida que se pretende normal. Hay vetas del absurdo de Kafka entre sus líneas, pero también de la ácida desmesura de Quevedo.
Los poemas invitan a una lectura voraz, ya que las alturas líricas
se mezclan con pasajes y diálogos vivaces y tragicómicos que, sin que nos demos cuenta, nos sumergen en una búsqueda digna del alquimista: qué es la poesía y qué hace de un hombre un poeta. Todo esto desde la poesía misma, que es quizás el único intento sincero de hallar la incógnita de la ecuación que une al hombre con lo absoluto. Para Jotaele, la poesía es un método, una teología atea que le permite contemplar el mundo, aunque para ello tenga que crearlo nuevamente, y es en esto donde se parece al amor.
se mezclan con pasajes y diálogos vivaces y tragicómicos que, sin que nos demos cuenta, nos sumergen en una búsqueda digna del alquimista: qué es la poesía y qué hace de un hombre un poeta. Todo esto desde la poesía misma, que es quizás el único intento sincero de hallar la incógnita de la ecuación que une al hombre con lo absoluto. Para Jotaele, la poesía es un método, una teología atea que le permite contemplar el mundo, aunque para ello tenga que crearlo nuevamente, y es en esto donde se parece al amor.
A veces Jotaele se olvida de su piel humana e investiga tanto su
propia especie como su propio oficio desde la perspectiva del insecto o del dios. Para él no habrá diferencia alguna.
propia especie como su propio oficio desde la perspectiva del insecto o del dios. Para él no habrá diferencia alguna.
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