domingo, 7 de febrero de 2016

Dos pequeños ángeles nadadores y el terrible barro del fondo

Ayer, en el Delta, cuando me decidí a bajar los escalones temblorosos del muelle y meterme al agua, tenía de mi lado unas soguitas divinas con boyitas azules para flotar y otras para agarrarse desde la escalera. Había un nene y una nena, Alma ella, la hija de la dueña de casa y de él no sé el nombre pero contaba historias geniales sobre lanchas colectivos de tres pisos o catorce en las que él nunca subió pero las vio pasar y hacer muchas olas. Donde sí estuvo es en la boca de un tiburón, me dijo. yo le dije que lo de las lanchas se lo creo pero lo del tiburón no. La mamá, divina embarazadísima, le dijo que mi cicatriz de la pata me la había hecho un tiburón. Si conseguimos un yacaré casi me siento Garfio y a ellos los nombro mis Peter y Campanita.

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