lunes, 1 de febrero de 2016

Bruno y Georgi en La Alhambra


En la entrada de La Alhambra no podía faltar un poema inoxidable del inoxidable Yoryi.
Para variar, Borges da con el adjetivo exacto: grato.
Porque eso es lo que se siente entre los palacios y las fuentes y la luz y los arroyos naturales y artificiales: una sensación permanente de bienestar y gratitud.
Grata la voz del agua 
a quien abrumaron negras arenas,
grato a la mano cóncava
el mármol circular de la columna,
gratos los finos laberintos del agua
entre los limoneros,
grata la música del zéjel,
grato el amor y grata la plegaria
dirigida a un Dios que está solo,
grato el jazmín.
Vano el alfanje
ante las largas lanzas de los muchos,
vano ser el mejor.
Grato sentir o presentir, rey doliente,
que tus dulzuras son adioses,
que te será negada la llave,
que la cruz del infiel borrará la luna,
que la tarde que miras es la última.
J.L.B.

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