miércoles, 3 de febrero de 2016

Ángel caído del catre




No quiero irme de Madrid: en este barrio todo el mundo fuma a cuatro humos mientras se toma un Ribera del Duero (como si no hubiera otra cosa que hacer en el mundo porque no hay otra cosa que hacer en el mundo que tomar vino y soplar cenizas).
Pasan las mujeres más lindas del sistema solar; un viejo rumano me presta su acordeón a cambio de dos cigarrillos (ardua negociación). Toco un vals criollo para mi amiga madrileña, que me ha invitado un patxarán. Aquí a cien metros llueven ángeles de bronce.
Partir duele, quedarse también.
Ángel caído del catre, angeltino hasta la muelte, me vuelvo chino entre este quedarse y este volver, jamás con la frente marchita.


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