No haber tirado a la mierda el ventilador cachuzo que él trajo el verano pasado y no se llevó (aunque hizo todo un escándalo para sacarme hasta las sábanas de la cama). Y acordarme de él (y de qué feliz soy sin él) cada vez que las paletas torcidas hacen tructructructruc y mandarlo a cagar, a él y a todas sus porquerías, cada vez que se afloja una de las patas y amaga con venirse en banda. Pero con amor.
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