lunes, 23 de noviembre de 2015

No puedo distinguir el fastidio político del dolor de ovarios

Y qué querés que te diga? Que me tienen las tetas llenas todes los que dicen una boludez atrás de la otra para que gane o pierda uno de los dos candidatos, me pasa hace años y hoy está en su pico de insoportabilidad. Gente que respeto está totalmente boludizada con detalles, chicanas, pedorreces. Que no me bancaba hace años a los K tampoco es novedad. Quizás lo nuevo sea que tuve mucho miedo y se me pasó, y hoy hago mi mejor esfuerzo por creer y tener esperanza y confiar en lo que votó la mayoría.
El humor me sube y me baja en segundos, mi premenopausia está enloquecida y me duelen las manos, la cabeza, las ingles, los pezones.
Mi abuelitud me llena de una ternura balsámica pero me revive también miedos que tienen que ver con el deseo y la impotencia para proteger algo tan valioso. Siempre dije que conocí el miedo al ser madre, ser abuela consuela por el lado de que siempre supe que mis hijes son mucho más fuertes que yo y a Mile la cuidan ellos y no esta vieja débil y dudosa.
Extraño a mi mamá y a mi papá. Ojalá pudiera hablar de esto con ellos. Pero sé que si estuvieran vivos tampoco podría del todo, me haría la fuerte como siempre y me guardaría mis dolores.
Gustavo no me sirve de mucho pero anda dando me vueltas alrededor y tratando de complacerme mientras, a mí, lo que más feliz me hace es ni acordarme de él y tomar sus llamados y sus apariciones esporádicas como aceptaciones, como reconocimiento, como un cariño pequeño y pobre pero cariño al fin. Es tan loco que me llame para que le cuente sobre nuestra nieta y no me enamore ya ese tono de voz que deseé durante tanto tiempo.
Rara la vida, imprevisible, sorprende.

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