lunes, 19 de octubre de 2015

Ser hijo de mi madre

Dice en feis Bruno Di Benedetto
11 horas
Fue duro ser hijo de mi madre. Nunca fue cruel conmigo, pero supo ser despiadada, y salvajemente protectora a la vez. Mi madre vivía en estado de guerra, tal vez porque tuvo que parir a mi hermana mientras caían bombas yankys y tronaban cañonazos nazis en aquella Sicilia de 1944. O tal vez por alguna otra razón anterior, que ya nunca voy a conocer. 
No sé si nos quisimos. Sé que al final llegamos a respetarnos como viejos guerreros sobrevivientes que alguna vez fueron enemigos. La espada siempre a mano, por las dudas.
Sólo casi al final de su larga vida se permitió decirme algunas palabras de cariño. Pero para entonces solía confundirme con mi dulce y loco padre, muerto veinte años antes, o con un imaginario inquilino, un tanto sabandija, que ocupaba el cuarto donde nací. Llegó a reclamarme el pago de algún alquiler atrasado: un precio que estaba y sigue estando muy por encima de mis posibilidades.
Mi madre, que vivía en estado de guerra, me enseñó a ser un guerrero. Murió en 2013, a los noventa y cinco años, en el mismo hospital donde nací. Perdió el habla un mes antes, pero hasta el último momento me miró incansablemente a los ojos con sus maravillosos ojos verdegrís. Y me dijo todo, o casi todo. Murió peleando.
No hay día en que no piense en ella. El día de la madre es todos los días.

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