domingo, 25 de octubre de 2015

Mis pulseras de mi mamá




Toda la vida tuve pulseras en ambos brazos que no me saco ni para dormir. Mis alupnos y alupnas lo saben: porque las aman o porque odian su tintineo al escribir en el pizarrón. Mis hijos e hija lo saben: porque les indican cuando me desperté o me acerco por el pasillo.
En esta foto, del feliz día en que iniciamos el Ciclo de poesía Amanda Oparupí, se ve lo que me avivé unos días antes, luego de llevarlas puestas un par de semanas: las dos pulseras más grandes,la que es un tenedor intervenido y la de madera pintada, fueron de mi vieja y me las puse al azar desde que se mezclaron con las mías en el cajón. Pero además, a ambas se las regalé yo, ambas fueron hechas por artesanos amigos míos de mis primeras épocas en la plaza de San Miguel: Luis, la de plata y Raúl, la de madera.
Mi vieja odiaba que yo fuera "gitana" en esas ferias y con Juli bebé debajo del puesto, pero yo quería convencerla con pulseras que ella amó y usó mucho y se transformaron en mi herencia torcida.


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