sábado, 17 de octubre de 2015

La distancia física se achica con las palabras ardientes

Dice en feis Felix Bruzzone
17 min
Frente a todas las preguntas por las situaciones porno en el oficio de piletero, una mención única, nunca una más, sobre el tema (a menos que algún colega quiera intervenir, en cuyo caso todo correría por su propia y exclusiva cuenta). 
Viernes al mediodía. Cierto calorcito y tintineo primaveral en las copas de los árboles y en los picos de los pájaros dulzones y alzados. Clienta veterana de tetas hechas y cuerpo febril pide consejo sobre el correcto uso del filtro. Vestuario: remera suelta de ombligo y un hombro al aire y tetas danzantes abajo, tambien sueltas; color crema. Pollerita liviana, simil seda, de corte diagonal sobre las rodillas; celeste pastel con arabescos. Sandalias de sutil hebilla dorada; rojas acharoladas. Entro y me lleva para el fondo, bajo una enramada que choca contra la medianera del vecino. Ahí vive el dichoso filtro y ahí me agacho yo a examinarlo. Ella también se agacha un poco, para aprender. Se aprende mirando, dice. Intento mantener distancia. Un mínimo roce desencadenaría el desastre. Y asomarse a ver si tiene bombacha o no quizá también, así que me concentro solo en los mecanismos del filtro y empiezo a explicar. El problema, ahora, son las palabras. Caño. Manguera. Palanca. La distancia física se achica con las palabras ardientes. Por suerte a la manguera en cuestión hay que desenrollarla y estirarla, y eso me obliga a alejarme. Claro que clienta veterana igual se acerca, quiere ver el color del agua cuando empiece a salir, y es algo que hay que hacer porque así se percibe cuán sucio está el filtro y cuándo conviene detener la limpieza. Al ver salir los primeros borbotones blancogrisáceos exclama: ¡uh, cómo sale, qué fuerte!, y nos quedamos los dos ahí, en la boca de la manguera, viendo salir el agua sucia hasta que se pone más blanca, más pura y, al final, transparente.

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