jueves, 1 de octubre de 2015

Alice, de Woody Allen

Me encantó. Tan boludita la pobre con ese peinadito de Alicia en el país de las maravillas y ese marido tan poco conejo blanco. Me encantaron los té y las pipas del Doctor y el modo en que ella va aprendiendo qué hay más allá de la burbuja matrimonial. Hay escenas imperdibles: Todas las que ella ve sin ser vista, las de chismes de unas contra otras, las con el exmuerto.
Y yo que en estos días he estado mirando muchos gestos ajenos, muchas cositas, detallitos entre parejas, pequeñas mezquindades que yo jamás he soportado y he creído extrañar o necesitar o desear, esas pequeñas desigualdades de la convivencia, de la acumulación de años con la misma persona... No sé si lo mío es premio consuelo no más, pero me alegro mucho de nunca haber superado esa barrera de la pasión y el apasionamiento, me alegro de no haber conocido nunca la rutina, aunque así como hoy festejo la notolerancia mía y de mi exmarido para con el otro, venga otro día y te diga que quiero tener esas parejas en las que todo es previsible y ordenado.

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